LA HUIDA, parte II
Algo ha cambiado en mi mente. Esa zorra ha activado una especie
de radar. No los veo, ni tampoco los oigo, pero sé que en las escaleras hay
varias personas. Varios pisos sobre mí, los siento, como también la siento a
ella.
Están cerca, tengo que llegar antes de que la atrapen. Nadie me
quitará el derecho de ser yo el que haga rogar a esa perra, aunque lo primero
que debo hacer es cambiarme de ropa. Por muy sigiloso que sea la peste que
hacen mis pantalones me delata.
¡Esta me la pagas! Juro que limpiaras mi polla con tu propia
boca. Atada de pies y manos suplicarás para que me corra en tu boca y entonces…
¡Pero qué mierda me pasa!
— ¡Sal de mi cabeza puta!
Debo concentrarme. Alzar un muro y... ¡Joder, las imágenes son
tan reales!
No Vin, no es real. No son tus pensamientos son los suyos.
Construye un muro alrededor de tu mente. Sí, eso es.
Un muro infranqueable, que nadie pueda traspasarlo, de ese modo
podrás centrarte.
Bueno ha llegado la hora.
Subo los escalones de dos en dos. No tardo en encontrar al
primer soldado. Con un rápido movimiento rompo su cuello y lo arrastro fuera de
la vista de sus compañeros. Hoy es mi día de suerte. Es un tío grande, por lo
que no creo que tenga problemas con su ropa. Salgo al pasillo y me paro un
segundo delante de un gran espejo.
Joder, hay que ver lo bien que me sienta el uniforme. Estoy
buenísimo, muy pero que muy follable. La camiseta negra ajustada a mi torso
realza mis pectorales. Y el bulto bajo los pantalones... Umm... El mero
pensamiento de lo que se esconde bajo ellos haría mojar las bragas a la más
santa.
La muy puta lo estaba haciendo de nuevo. Era ella quien tenía
estos pensamientos. Si lo que quería era jugar, jugarían.
Abrió su mente, buscando, rastreando. Dos personas a unos metros
a su izquierda, otras dos a su derecha. Dos mentes más en el piso superior y
una sola mente a un par de pisos sobre él.
Ya la tenía.
Se concentró en esa única mente y una corriente recorrió su
cuerpo cuando hizo contacto con ella.
Menudo subidón, se le había puesto dura. ¡Joder! Se sentía como
si estuviese a punto de llegar al clímax, ¡Qué coño! Esto era mil veces más
intenso que correrse.
—Sé que puedes oírme y que sabes dónde estoy. Debo de suponer
que si me has pedido ayuda es porque —por alguna razón, que pronto gustosamente
te sonsacaré— aunque puedas entrar en mi mente, eres incapaz de salir de aquí
con vida. Me necesitas y yo como buen samaritano que soy no puedo ignorar a una
dama en apuros. Sal de mi cabeza, no juegues con mi mente. Si lo haces te aseguro
que te ayudaré a salir con vida, jódeme otra vez y te quedas sola. Tú eliges si
salgo por la puerta que hay a un metro de mí o subo las escalera, lo dejo en
tus manos zorra; pero date prisa pronto estarán llamando a tu puerta. ¡Tic -
tac, tic - tac! El tiempo corre... Yo de ti no tardaría en decidirme.
Cerró los ojos esperando que no tardara en decidirse, aunque
realmente le daba igual. Ya estaba subiendo las escaleras, no pensaba dejarla
aquí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario