RELATO QUE PRESENTÉ EN EL CONCURSO"MAS QUE VAMPIROS"
El pasado mes de Febrero presente este relato para el concurso en el blog "Más que vampiros". Como no fue seleccionado para publicarlo en la antología "Bajo la sombra del Ángel" os lo dejo para que lo leáis y me digáis que os parece, jajaja...Besitos.
El pasado mes de Febrero presente este relato para el concurso en el blog "Más que vampiros". Como no fue seleccionado para publicarlo en la antología "Bajo la sombra del Ángel" os lo dejo para que lo leáis y me digáis que os parece, jajaja...Besitos.
ETERNAMENTE EN SUS BRAZOS
Morfeo la
observaba desde la distancia. No podía creer que esta solitaria y triste hembra
mortal fuese la culpable de la cólera de sus hermanos oscuros, pero pese a su
dulce apariencia, él se encargaría de acabar con ella. Ni los mismísimos Dioses eran capaces de evitar entrar
en el mundo onírico una vez el desplegaba sus alas. Todo ser soñaba, excepto
los pocos mortales que habían sido concebidos por su padre portando
una parte de su magia. Eran seres privados de los
sueños e inmunes a ellos, los únicos que podían mermar sus fuerzas, sus
enemigos. No era la primera vez que se topaban con un Semidiós, o cazador como
ellos los llamaban debido a que eran los únicos que les podrían hacer frente,
pero siempre fueron inofensivos. En todo estos siglos nunca existió tal
incauto que osara utilizar su magia para enfrentarse a uno de
sus hermanos, no obstante la hembra frente a él, había expulsado a varios de
ellos. Se alimentaban de las emociones que transmitían los soñadores, amor,
felicidad, pasión, lujuria, todas ellas eran energía vital para los suyos, pero
también estaba la contraparte que equilibraba la balanza. Algunos de sus
hermanos necesitaban los sentimientos negativos, odio, tristeza, miedo, ira y
era precisamente a estos los que había
desterrado la cazadora. Siempre dio gracias a Hipnos por ser junto a sus dos
hermanos, Iquelo y Fantaso, su única descendencia traída al mundo en calidad de
Dioses y los encargados de visitar los sueños de las Deidades Griegas, dejando
a los insignificantes mortales a manos del resto de sus hermanos. Un cazador
tan hábil capaz de negarles el sustento necesario a los Dark era una amenaza
que él mismo erradicaría. Jamás nadie se le había resistido y ahora ante él
tenía la oportunidad de demostrar su superioridad de nuevo. Viéndola allí,
acurrucada en la oscuridad, se prometió que atraparía a esta mortal eternamente
en su abrazo.
A Elena no le había resultado
difícil colarse en el sueño de esta chica, conectar con su subconsciente era
pan comido para ella. Una vez dentro solo tenía que esperar a las últimas fases
anteriores al sueño para ayudarla a hacer frente a sus miedos, hecho esto, la
chica podría dar rienda suelta a sus fantasías. En ese preciso momento ella se
desvincularía para darle privacidad, las pesadillas las podía soportar eran
su trabajo, pero las ilusiones y
esperanzas de sus pacientes no eran
asunto suyo, por no mencionar los sueños húmedos, ya era bastante duro
estar sola en la realidad como para ser también una mera espectadora en los
sueños.
Sentada con las
piernas pegadas al pecho, sumida en la oscuridad más absoluta, recordó la
primera vez que había intervenido en el sueño de otra persona, Javier, su
compañero de facultad. Tuvo curiosidad
por saber, con qué o con quien soñaba su
amigo y cuáles eran sus fantasías, ya que ella nunca había podido soñar, solo
oscuridad y silencio la acompañaban cuando se dejaba arrastrar por el sueño. Se
tumbó junto a él, cogió su mano y cerró los ojos. Como si se tratase de su
propio sueño de repente se hallaba en el centro de una estancia repleta de
armas medievales. Una mujer de largos cabellos llamaba a Javier…"Ven a mí,
mi caballero de brillante armadura, rescata a tu amada". Elena nunca
hubiese imaginado que caballeros y damiselas ocuparan las fantasías de un
gótico consumado como Javier y cuando pensó que lo mejor sería dejarlo solo con
la afligida dama viviendo su propia quimera, algo en su interior la advirtió
que esa mujer de cabellos dorados y silueta esbelta no era lo que parecía. Ante
sus ojos vio como su imagen se transformaba en una figura alta, musculosa y por
lo que colgaba entre sus piernas estaba claro que no era para nada una
desvalida mujer. Javier, afligido y temeroso de perderla se dirigía a ella y
sin pensarlo dos veces corrió para detenerlo. Con la sorpresa reflejada en su
rostro el hombre ante ella, que al mismo tiempo seguía siendo la bella dama
para su amigo, desapareció en un abrir y cerrar de ojos. Ante la mirada atónita
de Javier le detalló lo que había visto, llegando ambos a la conclusión que a
partir de ahora lo mejor sería no correr tras ella o mejor dicho tras él y
centrarse en buscar a la mujer de su vida cuando estuviese despierto para
evitar malentendidos. A la semana siguiente de esta experiencia Javier le contó
que desde que tenía diecisiete años la pena y el desasosiego de no poder llegar
a alcanzar nunca a su dama y el creer que nunca llegaría a conocer el amor lo
había invadido en sueños. Que todas las noches soñaba con esta mujer,
persiguiéndola con la esperanza de obtener su recompensa, encontrar el amor, y
dicho sea de paso, tener el mejor sexo del mundo con una mujer espectacular,
pero que a raíz de mi incursión en sus sueños ya no había vuelto a aparecer y
dormía como un bebé disfrutando de maravillosos sueños reparadores, ya no más
levantarse cansado y sin fuerzas. Fue precisamente idea suya que explotara mi
don, como él lo llamó, para curar a personas con trastornos del sueño. Y tras
unos años aquí estaba ella, triste y sola, invadida por la pena del recuerdo
del que fue su mejor amigo hasta que un conductor borracho se lo arrebató y
sobretodo ansiosa esperando en un rincón a que esta chica sacara a la luz sus
miedos para poder entrar en acción.
En todos estos
años Elena había contemplado toda clase de monstruos y animales extraños. Había
estado sumergida en toda clase de fobias conocidas e incluso algunas que no
sabía que existiesen, pero si lo que acababa de materializarse ante sus ojos
era parte de una pesadilla, ya las quisiera todas para ella. Con la boca
abierta y segura de que babeaba no encontraba explicación para lo que sus ojos
veían. Estos dos hombres eran material indiscutible para los mejores sueños de
cualquier mujer, no entendía que dos espectaculares especímenes masculinos de
este calibre provocaran terrores nocturnos, eran sin lugar a dudas los
perfectos protagonistas de cualquier fantasía erótica. Cada poro de sus
esculturales cuerpos prometían darte de todo menos miedo a no ser claro está,
que una fuese una puritana temerosa de dios que se negara a ceder al deseo y la
lujuria, lo cual dudaba que sucediera en este siglo.
De repente los
cuatro se hallaban en el retiro, delante de la estatua del Ángel Caído. El sol
calentando su cara y el olor a hierba fresca evocaban un día de verano y si no
fuese porque para ella los sueños le eren negados juraría que era la inductora
de esta fantasía, ya que este lugar era por donde ella solía pasear
diariamente. Nunca se encontró en un escenario parecido, mazmorras, sótanos
mugrientos, habitaciones llenas de asquerosas arañas…<< ¡Odio las arañas!
>>… eso sí, pero esto se asemejaba mas a un bonito sueño en el que una
podría deleitarse de la compañía de dos hombres espectaculares, con la certeza
de disfrutar de una experiencia de lo más placentera. Al mismo tiempo estaba
segura que Lisa no había alcanzado la fase REM del sueño por lo que algo andaba
mal, no escuchó la voz interior advirtiéndola, pero aun así se centraría en
estudiarlos detenidamente. Miró fijamente a los dos hombres, uno rubio con el
pelo hasta los hombros, ojos dorados y cuerpo musculoso, mediría al menos 1’90.
A su izquierda, no menos hermoso se encontraba el segundo hombre, igualmente
alto y musculado, pelo negro como la noche y ojos de un azul tan claro como el
cielo que los cubría, sin embargo su mirada era más intensa y algo dentro de
ella le decía que sabían porque se encontraba presente en este sueño. Ambos
vestían una especie de túnica, aunque decir que iban vestidos era decir mucho,
eran tan transparentes que dejaban poco a la imaginación. Revelaban unos
cuerpos de infarto y como no, la ropa interior no tenía cabida en sus atuendos,
dejando bien claro lo bien dotados que estaban. Cubiertos por esas telas
estaban de los más sexy, despertarían la lujuria a una santa, no digamos lo que
estaban consiguiendo hacerle sentir a ella. Después de algún tiempo sin sexo su
cuerpo se sentía famélico ante ellos.
Embobada como
estaba se obligó a apartar la mirada, para descubrir a Lisa tumbada sobre una
manta, con los ojos cerrados y relajada. Cada vez entendía menos esta
situación, parecía que hoy no tendría que lidiar con los temores de nadie, pero…<<
Más vale prevenir, que curar>> y se preparó para hacer frente a lo que se
suponía debía ser un martirio para la chica...los dos adonis frente a Elena.
Cerrando los
ojos se concentró y proyectó la imagen que ellos dos verían, se convertiría en
sus fantasías, de esta manera los atacaría con su misma arma. En cuanto abrió
los ojos supo lo que estaban viendo, una mujer irresistible, las partes nobles
del rubito que presionaban la túnica elevándola hacia el frente, no dejaban
margen a la malinterpretación. Estaba claro que lo expuesto ante él le gustaba,
porque así es como se sentía Elena, expuesta, sobre todo ante la presencia del
moreno.
— ¿Que ves?
La voz del
susodicho la sobresaltó de un modo en que nunca, nada ni nadie, lo había hecho.
Un escalofrío recorrió su cuerpo dejándola desconcertada. Siempre fue inmune en
sus viajes al subconsciente ajeno nada de miedo o tristeza, ninguna
emoción…<< Aunque para ser sincera, la verdad es que disfruto acabando
con ellos >>… Sin embargo ahora, su cuerpo vibraba albergando tal grado
de excitación, que temía moverse sabiendo que el mero roce de la ropa le
provocaría un orgasmo.
— ¡Por todos los
Dioses, me preguntas que veo! Es que acaso no te hallas junto a tu hermano
frente a la mujer más hermosa que jamás existió...- la verborrea del rubio
murió en cuanto su “hermano” le interrumpió.
—
¡Descríbemela!— rugió con voz de mando.
Asombrado por la
reacción de su compañero, como si fuese la primera vez que lo viese así de
alterado, el musculitos dejó de mirarla para observar al hombre a su izquierda
y sacudiendo la cabeza procedió a seguir las órdenes del que estaba claro, era
más que su “hermano”, seguramente su superior.
— Es que tanta
belleza te ha cegado o por el contrario te complace escuchar lo que muy a tu
pesar otro disfrutara en breve...
El jefe, porque
estaba claro que lo era, solo necesitó mirar de soslayo para hacerle obedecer.
— Esta bien, si
es lo que quieres, ¡Quien soy yo para negártelo!, veo... — perpleja por como
este dueto hablaba como si ella no existiese pensó que era hora de intervenir,
pero tenía curiosidad por saber los gustos de semejante criatura, por lo que
esperó— ... un cabello rojo como el fuego enmarcando una cara preciosa de piel
nívea, unos ojos violetas que hipnotizarían a los Dioses, una nariz respingona
que le da un aire delicado y unos labios que incitarían al más fiero guerrero a
postrarse de rodillas.
<< ¡De
donde había salido este tío! >>… Volvió la cabeza y observó que Lisa seguía
en la misma posición, esto cada vez era más raro. El parloteo del adonis rubio
sacó a Elena de sus divagaciones.
— ¿No ves tú lo
mismo hermano?...— Elena lo miró distinguiendo claramente la lujuria en su
mirada…<< ¡Definitivamente, como siguas así rubito, serás una pesadilla
en toda regla, no hay cosa que mas odie que me adoren la píldora! >>… no
obstante emitió una sonrisa forzada hacia el poeta cachondo —... es que no ves
a una guerrera vestida de cuero, de generosos pechos, cintura estrecha y largas
piernas ideales para envolverse alrededor de la cintura de un varón...alrededor
de la mía — soltó con voz grave.
El morenazo sin
mediar palabra acortó la distancia y la hizo ponerse en guardia. Paró en seco
frente a ella e inclinándose con una media sonrisa en su rostro le susurró para
que solo ella lo oyera.
— Se lo dices tú
o se lo digo yo. Pues ambos sabemos que tú no luces como la hembra descrita por
él. Tu apariencia es bien distinta, nada de cabello rojo ni ojos violetas y los
pechos…bueno aceptables diría yo. Respecto a las piernas, eres algo bajita para
mi gusto y lo del cuero.... no te culpo por desear que tu aspecto así fuese.
<< Definitivamente
esto se trata de una pesadilla Elena, solo tu tienes la suerte de toparte con
un salido y un cretino en un mismo sueño >>… Resignada alzó la barbilla
orgullosa e inclinando la cabeza hacia atrás para poder mirarlo a los ojos, se
dispuso a soltarle una de sus tantas elocuentes respuestas que dejarían frio
hasta al mismísimo Hefesto. Abrió la boca, sin embargo no emitió sonido alguno,
boqueó como un pez fuera del agua ante el impacto que le causó el tenerle a
escasos centímetros de su cara. Cuando se abalanzó sobre ella se sintió
apresada en una jaula de músculos, calor y deseo…“¡Tu vienes conmigo!”…fueron
las últimas palabras que escuchó antes de que todo se volviese oscuridad para
ella.
Morfeo supo en
cuanto la estrechó en sus brazos que estaba perdido. Cuánta razón tuvo su
hermano al manifestar que hasta el más fiero guerrero caería postrado, pues él,
el preferido de las Diosas, no pudo evitar sentirse fascinado por ella y cuando
creó esa escena junto a la estatua de un ángel, sacada de la psique de la
cazadora, supo que la había desconcertado, que ya la tenía.
No podía dejar
de observarla tumbada y desnuda, sumida en la inconsciencia era una tentación
para él. No disponía de mucho tiempo, su alma mortal en el Érebo era como un
faro en mitad de la niebla, uno que brillaba tanto que a él mismo había cegado
y el cual no pasaría inadvertido para los Dioses. Un día como mucho tendría
para hacerla cambiar de opinión y que desistiera de su lucha contra los Dark,
porque si de algo estaba seguro es que no la dañaría ni dejaría que nadie lo
hiciese. De espaldas a ella fue su cuerpo el que le avisó que había despertado.
La energía que emitía era tan potente que su miembro se endureció en el mismo
instante que ella recuperó la consciencia. No podía dejarse llevar por sus
instintos, si cierta Diosa se enteraba de su interés por la mortal no dudaría
ni un segundo en convencer a su hermano para que el alma de la cazadora acabara
en el inframundo. Se proclamaba su dueña y hasta ahora nunca le importó
ostentar el puesto de amante de tal arpía. Nunca se paró a pensar en la suerte
que corrían las otras Diosas a las que eventualmente satisfacía gustosamente
por deleite propio, pero no estaba dispuesto a poner en peligro a su cazadora
por apaliar su irrefrenable apetito por ella. Haciendo acopio de toda su fuerza
de voluntad se volvió para encarar a la altanera e incomparable hembra.
Elena despertó
desorientada, encogida en posición fetal en lo que parecía el suelo de una
oscura y fría cueva. Lo último que recordaba era estar junto a Lisa con dos
hombres frente a ella y luego… << ¡No puede ser!... el homo-sapiens
erectus morenazo me ha sacado del sueño de Lisa… ¿Me ha llevado al sueño de
otra persona? ¿Estaré inmersa en la psique de este escultural hombre? ¿Sera por
primera vez en mi vida mí propio sueño? Y si así fuese… ¿Porque después de
veintisiete años soñaría con una cueva? >> Se regañó mentalmente por
divagar de esta forma. Ella no era así, si tenía dudas preguntaba, si se
presentaba un problema lo encaraba y eso es lo que pensaba hacer. Se levantó e
intentó cubrirse como pudo, sabiendo que era inútil, a saber cuánto tiempo llevaba
allí tirada desnuda e indefensa ante este neandertal.
— ¿Dónde
estoy?...y… ¿Quién eres tú?
Pretendía sonar
autoritaria y arrogante, pero cuando lo miró a
los ojos toda su decisión voló. El titubeo de su voz la hizo parecer
asustadiza y temerosa, dejándola vulnerable ante él. Odiaba a este hombre,
aunque fuese el producto de la imaginación de una chica de diecisiete años, la
hacía parecer débil y hacia que su cuerpo se sintiera trémulo, ansioso y por Dios…
¡Excitado!
— Tú, una
cazadora, capaz de combatir a varios de mis hermanos oscuros honestamente
preguntas quien soy… ¿Realmente gozas de tal ignorancia?
Tras lo que le
pareció a Elena más tiempo del necesario, su captor la observó sin pronunciar
palabra. Si lo que esperaba era que ella le contestara lo llevaba crudo. No
tenía ni idea a lo que se refería y menos porque razón la había llamado
cazadora…<< ¡Por favor si ella era socia de Greenpeace! >> Lo miró
fijamente retándolo a que prosiguiese.
— Está claro que
no vas a dar tu brazo a torcer, pero aquí y ahora manifiesto que yo tampoco lo
hare. Terminaras tu caza y jamás volverás a atacar a ninguno de mis
hermanos…—se volvió dándole la espalda y mirando sobre su hombro le guiñó un
ojo— ¡Ah, y para tu conocimiento soy conocido como Morfeo y te hayas en mi morada
y la de todos mis hermanos!
En cuanto
pronunció las palabras la caverna se iluminó como si miles de llamas hubiesen
sido prendidas a la vez y ante ella aparecieron cientos de hombres, no cientos,
sino miles. Sabía que ninguno de estos hombres se atrevería a cuestionar a su
líder, si él no la había dañado no lo harían ellos, pero su instinto de
supervivencia pudo sobre la razón. Corrió hasta pegarse a la espalda de Morfeo
e instintivamente cogió su mano y la apretó. Tragándose su orgullo y reuniendo toda
brizna de sumisión que había en ella, que no era mucha, le suplicó.
— ¡Por favor, no
te vayas!
El cuerpo de
Morfeo se estremeció al escuchar su ruego. Dudaba de su fuerza de voluntad,
pero haría acopio de ella para evitar voltearse y arroparla en su abrazo hasta
hacerla sentir segura, pues dicho gesto podría ser tomado por un signo de
debilidad por muchos de los suyos y estaba seguro que no tardaría en llegar a
oídos de su tío. Lo último que necesita con ella aquí era tener un punto débil
ante Tánatos, con la diosa era fácil lidiar, pero a él no podría engañarlo.
— No te
preocupes, nadie te dañará en mi ausencia.
— Ya…ya lo sé,
pero…yo…
Se volteó y la
miró fijamente a los ojos. Odiaba ver temerosa a su cazadora…<<
¡Por los Dioses! ¿Desde cuándo ha dejado de ser un enemigo para convertirse en
algo tuyo, Morfeo? >> No podía engañarse, debía admitirlo, fue en el
momento que la vio sentada en la oscuridad emitiendo un halo de energía tan
puro, el cual ninguno de ellos poseía desde hacia eones. Solo necesitaba el
contacto que ahora mismo tenia, el agarre de su mano era suficiente para
sumirla en un sueño profundo, pero no lo era para él, por lo que enmarcó su
cara y juntó sus labios a los de ella.
Elena quedó
petrificada en cuanto sintió los labios de Morfeo rozar los suyos… <<Soy
conocido como Morfeo>>… se repetía Elena como un mantra, aunque no tardó
en reaccionar cuando su lengua entró en juego. Apoyó ambas manos en su pecho y
abrió la boca dando la bienvenida a la experiencia más sensual que jamás había
vivido, y no pudo más que aferrarse a su túnica convirtiendo sus manos en puños
cuando el beso se volvió más apasionado, más ansioso, más salvaje… << ¡Por
Dios! o mejor dicho ¡Por los Dioses!...Elena estas besando al Dios Griego del
sueño >> Sí, lo hacía y se sentía realmente bien, ¡Maldita libido y maldita abstinencia! En
estos momentos lo que menos le preocupaba es que hubiesen alrededor mil hombres
observándoles y, aunque era consciente de la presencia de todos y cada uno de
ellos, ella deseaba y ansiaba algo más que su lengua en el interior de su
cuerpo. Depositando ligueros besos, como caricias de mariposas, Morfeo se
trasladó de sus labios a su oído para que solo su persona escuchara las
palabras que el diría por primera vez en toda su existencia.
Seducida por el
momento apenas prestó atención a las palabras, era un idioma que no conocía,
pero sí que pudo escuchar claramente la última palabra justo antes de ser
arrastrada por la oscuridad y el silencio que la acompañaban en sus horas de
letargo.
Desde lo alto
del Monte Olimpo, Morfeo no veía el momento de volver junto a ella, cuán
difícil le había resultado alejarse de su cazadora y aparecer ante la diosa.
Cuando llegó todavía llevaba el sabor de su hembra en los labios y por nada
mancillaría la delicia de su beso. Tumbada sobre sedas, desnuda y preciosa como
era la virgen diosa, esperaba para ser amada, pero el corazón de Morfeo añoraba
otra compañía. Lo hacía por ella, se dijo una y otra vez, mientras Artemisa
prodigaba atenciones a su cuerpo traidor que respondía a sus caricias. Con los
ojos cerrados se dejó amar imaginando que eran las manos de una pequeña y
preciosa mortal de pelo corto y negro como la noche quien ordeñaba su miembro.
Fantaseó pensando que eran los labios carnosos y deliciosos que había probado
los que rozaban su cuello. Quiso creer que eran unos ojos verdes como la hierba
fresca los que en este instante lo estarían mirando con deseo y lujuria. Recreó
su propio escenario, siendo este una caverna a las puertas del Hades y no un
lecho de finas y ricas sedas. Y sobretodo convenció a su mente que era el
cuerpo de su amada el que en este momento montaba al suyo. Cuando llegó al
clímax, Morfeo no pudo reprimir dar gracias a los Dioses por su cazadora,
odiándose a sí mismo en cuanto se percató que lo había dicho en voz alta, pues
la Diosa interpretó que iban dirigidas a ella.
<<Haces
bien mi querido Morfeo de dar gracias por tenerme, sabía que llegaría el día
que lo admitirías, pero has de saber que eres tú el que es mío, me perteneces
por toda la eternidad, no lo olvides>>…Grandiosas palabras las que
Artemisa dijo, en ese instante su alma cayó empicada al vacio.
Tenía que
devolver a su cazadora a la vigilia para salvarla y de paso salvarse él y por
una vez en siglos la suerte estaba de su parte, la propia Diosa con su
declaración de intenciones le había servido en bandeja de plata el modo de
conseguirlo.
Elena despertó
intranquila en mitad de la noche, pero no le costó serenarse cuando notó el
cuerpo tras ella. Llevaban cinco años casados y desde el momento en que lo
conoció supo que era el hombre de su vida y si encima añadías que a raíz de
conocerle su problema del sueño había desaparecido, esto lo convertía en el
hombre perfecto para ella. Había pasado de estar veintisiete años sumida en la
nada cuando dormía, a tener todo tipo de sueños por fantasiosos que fuesen,
incluso alguna pesadilla que otra y ella sabía que era debido a lo feliz que
Héctor la hacía, lo dicho, un Dios para ella.
Notando la
dureza pegada a su trasero supo que comenzaba a despertar y queriendo
provocarlo se frotó contra su erección. Como era habitual en él, su respuesta
no tardó en llegar, una mano fuerte acarició su cadera pegándola a un torso musculoso.
Su sexo, anticipando sabiamente lo que iba a recibir, estaba mojado y preparado,
no pudiendo evitar gemir cuando la mano de Héctor la tocó. Lentamente fue acariciándola
desde su sexo hasta llegar a su cara y volteándola la cubrió con el calor de su
cuerpo. Tumbada boca arriba sentía los labios de Héctor rozar su piel, mientras
sus grandes y fuertes manos le regalaban las mas tiernas caricias, todo su
cuerpo vibraba. Abriendo sus piernas para él, Elena dio la bienvenida al gozo
más absoluto.
Héctor adoraba besarla, acariciarla, hacerla temblar
de deseo. Sentado sobre sus talones, entre las piernas abiertas de Elena, fue
acariciando sus muslos hasta llegar a su centro. Con ambos pulgares abrió sus
labios dejando su sexo expuesto a su mirada hambrienta y cuando inclinó la
cabeza y lamió de abajo arriba su entrada, hizo que ella perdiera la
respiración. Saboreándola consiguió que sus muslos temblaran, logrando que su
sexo se mojara y preparara para la invasión de sus dedos, primero uno, luego
dos. Comenzó a penetrarla mientras su lengua seguía una danza rápida sobre su
clítoris y solo necesitó de unos cuantos movimientos y la fuerte succión de su
botón carnoso y eréctil para hacerla estallar. Sus gemidos eran música para sus
oídos y su crema ambrosia para sus labios. Mirándola como
alcanzaba el clímax, con la boca entreabierta, la respiración acelerada, su
piel sonrojada y su cuerpo convulsionando, su pecho se hinchó de orgullo de ser
el artífice de tal belleza.
Umm…
que bien se sentían esas manos, esos labios, recorriéndole todo el cuerpo. Con
los ojos cerrados y mordiendo su labio inferior, Elena se aferró a las sabanas
cuando sus dedos la penetraron. Apoyando los talones arqueo su espalda y levantó
su pelvis hacia esa boca y esos dedos que saturaban sus sentidos La sensación
que provocaba su lengua se incremento, subió vertiginosamente hasta que sintió
que su cuerpo iba a explotar. Las estrellas estallaron ante sus ojos cuando el
éxtasis la arrollo.
Héctor no podía esperar por más tiempo, necesitaba enterrarse
en ella, hacer que culminara sintiéndolo dentro de ella, hacer que
juntos alcanzaran el nirvana. Se alzó llevándola con él y posicionándola
sobre su erección la penetró de una sola estocada, sin delicadeza, pero con
todo su amor… ¡Y por los Dioses que se sentía maravilloso! Elena no había sido su única amante, muchas Deidades
obtuvieron sus caricias a lo largo de los siglos, pero su amor solo lo atesoró
una mortal, era la única para él. Quería que lo sintiera en lo más profundo de
ella, que esta sensación la acompañara cuando estuviese sumida en el sueño, que
experimentase todo el amor que le procesaba. Pretendía alargar el momento todo
lo posible, pero la estrechez de su vagina, el calor sobre su miembro y lo
mojada que estaba lo estaba volviendo loco y no podría aguantar mucho más.
Metiendo la mano entre ambos cuerpos rozó con el pulgar su clítoris haciéndola
gemir entrecortadamente. Cuando notó la presión en su pene producida por el
orgasmo de su amada se dejó llevar e envistió rápido y duro llevándolos a los
dos a la culminación mientras abrazados susurraban un “Te quiero” al unísono.
Todavía unido a ella la llevó consigo hasta estar los dos tumbados de lado
sobre la cama mirándose cara a cara. Besó su frente y la apretó contra su pecho
acercándola lo más posible a su corazón. Viéndola dormida entre sus brazos no
se arrepentía de la decisión tomada años atrás, sabiamente se propuso atrapar a
la cazadora, pero lo que no esperaba es que fuese él quien quedara eternamente atrapado
en sus brazos. Ya no sería nunca más Morfeo el Dios del sueño y se lo debía a
la bella Diosa, no le había defraudado.
Como él había esperado, tras su declaración de amor hacia la
mortal ante los Dioses, la temperamental Artemisa sin pararse a pensar exigió a
su hermano Apolo que lo expulsara del Érebo. Pidió que se le arrebatara a
Morfeo su condición de Dios inmortal y que a la hembra además de ser despojada
de su condición de Semidiosa, convirtiéndola así en una mera mortal, se le
borrara todo recuerdo de sus incursiones en los sueños, incluyendo el de su
amado Morfeo. Puesto que Apolo nunca negaba nada a su preciada hermana otorgó
dicho reclamo convirtiéndole a partir de entonces en Héctor, un hombre cual
alma, ahora mortal, estaba en paz junto a su amada por el resto de sus días.
Ya nadie rendía pleitesía a los Dioses, eran Deidades
olvidadas en el siglo XXI, pero él siempre que paseaba por el retiro, cogido de
la mano de su esposa, paraba frente a la estatua del Ángel Caído para dar
gracias a los Dioses por haberlo desterrado y despojado del poder de la
inmortalidad otorgándole así un poder mayor… el de amar y ser amado.
¡Por favor dime le harás una continuación!
ResponderEliminarHola Kimberly.
EliminarComo habrás leído suelo hacer relatos cortos, pues llevo poquito y todavía no he incursionado en el mundo de la novela.
Este fue el primer relato que escribí y mostré y la verdad que ha día de hoy no me desagrada y si decidiera continuarlo serias la primera en saberlo.
Gracias por pasarte por aquí y leerme, un beso guapa.
Si, me encanto el giro que tomo el relato y sinceramente me gusta mucho como escribes.
ResponderEliminarAsí que si te decides me avisas.
O.O enserio no seleccionó? que mal, por que a mi me pareció muy bueno.
ResponderEliminarTe sigo y espero que tú también puedas pasarte por mi blog! :D
http://rinconyamirinconyami.blogspot.com/