MI OTRO BLOG

Aviso:

AVISO IMPORTANTE:
En este blog se puede encontrar contenido para adultos, por favor si eres menor abstente de seguir leyendo,si no lo eres, sigue... espero que te guste.
Algunas de las imágenes que se encuentran en este blog han sido obtenidas de la red, si alguna es tuya y no quieres que este expuesta, házmelo saber...

Seguidores

Capítulo II


Tumbada en la cama boca arriba, tapando sus ojos con el antebrazo, Deborah hizo un último esfuerzo por atraer el sueño a ella. Con los ojos cerrados intentó relajarse lo suficiente para que su mente sucumbiera a las necesidades de su cuerpo. A punto de conseguir su ansiado objetivo el maldito despertador arruinó toda esperanza, pues una Rihanna a todo volumen cobró vida proclamando que látigos y cadenas la excitaban. Con más ímpetu del necesario, barrió con la mano la mesilla de noche, tirando todo a su paso. Haciendo acopio de una enorme fuerza de voluntad se arrastró de la cama y se dirigió al cuarto de baño, no sin antes recoger del suelo el dichoso aparato torturador y comprobar que por primera vez desde que tenía la librería llegaría tarde.
Era dueña de una pequeña y modesta librería al sur de la ciudad. El barrio estaba atestado de tiendas de ropa, zapaterías, centros lúdicos y alguna que otra cafetería en las cuales al caer la noche podías tomar una copa tranquilamente. Una librería no era un negocio que entonara mucho, pero después de estar buscando durante seis meses locales fue el único asequible a sus posibilidades. Se había mudado a Lake Charles hacía ya dos años con la intención de empezar de cero. Aquí nadie la conocía, excepto Megan, y ella nunca la cuestionó por su supuesta herencia y nunca lo haría, por lo que era una nueva oportunidad de llevar una vida libre de prejuicios y señalamientos con el dedo. Quería encontrar un hombre que viera en ella a una compañera y no a una guarra dispuesta a acostarse con todos sus amigos porque era lo que se esperaba de ella. Apenas recordaba a su madre y sus padres, habían muerto cuando ella tenía solo siete años, aunque la gente de Benton se ocupó que el estilo de vida que llevaron sus progenitores no fuese olvidado por nadie. Tenía doce años cuando su tercer padre de acogida la puso en antecedentes de lo que se esperaba de ella por ser hija de quien era… nunca olvidaría esa noche. Pensó que sería como las demás, se oirían los gritos de Edward y Mary durante un buen rato, después el portazo y tras eso la tranquilidad hasta la siguiente noche, pero no fue así. Esa noche tras los gritos, lo que escuchó fue el abrirse de su puerta. Al principio no entendía lo que el mascullaba, mezcla porque hablaba entre lenguas y por lo borracho que estaba. Cuando se sentó en la cama, en su ignorancia, preguntó qué pasaba y lo siguiente que notó fue el frio que sintió al ser despojada de las mantas. En ese momento se asustó, nunca fue una niña muy espabilada para ciertas cosas, pero tenía claro que sus intenciones no eran buenas, y pese a eso no pudo más que encoger las piernas y pegar las rodillas al pecho, temblando, esperando que llegara lo peor cuando puso una mano sobre su pie. En ese instante la puerta se abrió nuevamente de par en par, apareciendo Jonathan con un bate de beisbol en la mano… -¡Apártate de ella! Esta vez no me quedaré quieto ¡Como la toques te mato!- … gritó con rabia las palabras su salvador. Igualmente como supo en ese momento que no era la primera vez que Edward abusaba de una de las niñas de acogida y que al día siguiente su amigo llevaría un ojo morado, también supo, al igual que el cerdo junto a ella, que con apenas catorce años aquel niño estaba dispuesto a llevar a cabo su amenaza. Edward, mirándola con odio, se acercó a su cara y espetó las palabras que hasta día de hoy no había borrado de su memoria… -Eres como ella, lo llevas en la sangre y aunque intentes evitarlo serás una puta como lo fue tu madre-. Tras esa noche la verdad arrolló a Deborah, fueron muchos los Edward que pasaron por su vida; en el instituto, en el trabajo. Estaba harta de llevar una carga que ella no había metido en su mochila y cuando cumplió los dieciocho salió pitando de allí como alma que lleva el diablo, pero estaba marcada, esa escoria tenía razón, lo llevaba en la sangre.
Había estado siete años dando tumbos hasta llegar a Lake Charles. Su vida aquí era monótona, rozando el aburrimiento y eso estaba bien para ella, sin embargo anoche lo fastidió todo al ir al Placeres de otro Mundo.
<< ¿Cómo había sido tan ilusa de pensar que podría ir a un club como ese y no ceder a sus instintos?
Después de tantos años tenía que dar la razón a toda esa gente que la juzgó. A la primera oportunidad la había fastidiado. >>
Harta de oír las historias que contaba Megan sobre lo que sucedía en el local donde trabajaba como camarera y de aguantar sus comentarios sobre el sexo maravilloso que practicaba en él, quiso comprobar por sí misma si era cierto. Armándose de valor decidió visitar el local. Al llegar a la puerta un hombre enorme vestido de negro la inspeccionó de arriba abajo. Se había recogido el pelo de manera que el cuello quedara visible dejando la parte de atrás suelto hasta mitad de la espalda y escogió un vestido negro de tirantes finos tan ajustado al pecho que daba la sensación que reventarían la tela. Era entallado de cintura, suelto de caderas y llegaba hasta mitad del muslo, se sentía sexy con él puesto; para rematar optó por calzar unas sandalias de tacón alto atadas justo hasta mitad de la pantorrilla, daba por hecho que no estaría mucho tiempo de pie, esas sandalias eran divinas, pero le dejaban los pies destrozados. Mirando al gorila a los ojos alzó las cejas esperando su veredicto, éste abrió la puerta y poniendo su mano en la parte baja de su espalda la instó a entrar.
Un recibidor con las paredes pintadas de negro y luz tenue azulada era lo primero que veías al entrar al Placeres, dándole un aire misterioso que hacía que te picara la curiosidad por ver más. Al frente estaba la puerta doble que daba acceso a la pista de baile y la única barrera que la separaba de experimentar por primera vez en su vida el verdadero deseo, aunque en ese momento no lo supiese. La sala era inmensa, con una tarima circular justo en medio.

Las barras bordeaban la pista a derecha e izquierda y al fondo se veían sillones semicirculares con pequeñas mesas ante ellos. Era sensacional ver a toda esa gente contonearse al ritmo de la música, conseguían hacer que tu cuerpo se sintiese liviano, despojándolo de cualquier inhibición. La zona de mesas estaba cubierta por una balconada en la que mucha gente estaba asomada ojeando la pista de baile,  con el reflejo en sus caras de haber practicado el mejor sexo de sus vidas. Ahora entendía porque Megan amaba este lugar, siendo tan promiscua como era, esto sería un paraíso para ella y no solo para ella… ¡El Placeres estaba a reventar! 
                                               
Después de divisar a Megan tras una de las barras y saludarla con una sonrisa de oreja a oreja, se dirigió hacia la zona donde se encontraban las mesas, desde allí tenía una amplia visión del local. El ambiente era realmente tentador. Inconscientemente su propio cuerpo sucumbía por momentos. La sinuosa danza de cuerpos sudados y extenuados por los movimientos provocativos de sus bailes hacía que una única palabra viniera a su mente… "Sexo". Tenía ganas de bailar, de reír y disfrutar; realmente el Placeres era un paraíso de la desinhibición. Fue entonces cuando su mirada quedó trabada en la mesa de al lado. Habían tres hombres, cuál de ellos más espectacular, estaba segura que toda fémina del local e incluso más de un hombre estarían admirando a estos ejemplares. Pudo reconocer a uno de ellos, Tyrons, el jefe de su amiga. Solo lo había visto una vez, aunque por todo lo que le había hablado de él Megan era como si ya lo conociese, estaba claro que estaba pillada, sin embargo no era santo de su devoción precisamente, los dominantes no le iban para nada. Otro hombre de cabello corto, negro como la noche, le daba la espalda por lo que no pudo verle la cara y por su tamaño tampoco la dejaba ver al hombre frente a él. Cuando el moreno se reclinó hacia delante para coger la copa ante ella apareció el hombre que hizo que su respiración se detuviera, su boca se secara y sus manos sudaran. Era un hombre atractivo, tendría poco más de treinta años y a pesar de estar sentado se podía intuir que era alto y por su torso ancho apostaba que bajo esa camiseta luciría unos espectaculares abdominales. Su curtido rostro de tez bronceada enmarcaba unos ojos azulados, una nariz recta que le daba cierto aire aristocrático y unos labios sensuales a los que ella no podría negarse, sin embargo fue su intensa mirada lo que la convenció de lo equivocada que había estado al pensar que todos los años de negarse a sucumbir al deseo la mantendría segura. Mirándolo imaginó lo que se sentiría al tener sus grandes manos sobre su cuerpo, su lengua lamiendo sus pechos, ella rogándole que la poseyese; y sumida en su fantasía no se  percató que mordía su labio inferior sin apartar la mirada de él. En el momento que su mente dejó de proyectar las imágenes que habían hecho que su cuerpo palpitara, a sus oídos volvió a llegar el sonido de la música y sintió de nuevo el tacto frio del cristal entre sus manos, fue entonces cuando se percató que él sonreía. Por un instante quiso ser como su amiga, tener el valor suficiente para ir a por lo que quería, pero no podía actuar así y dar la razón a los que durante su vida le dijeron que seguiría los pasos de su madre. Con las mejillas teñidas de rojo se giró y centró su atención en la pista de baile, la había pillado embobada mirándole y ella se moría de la vergüenza. Bebió su copa e intentó recomponerse, pero tuvo unas ganas irrefrenables por ir al baño. Se levantó dispuesta a no salir de este hasta que pudiese controlar un poquito su libido, o eso era lo que pretendía hacer, ya que toda intención murió en cuanto vio al causante de su calentón al fondo del pasillo.
Apoyado en la pared, con los brazos cruzados sobre su amplio pecho, emanaba un aura que lo hacía parecer poderoso y a la vez peligroso, sin embargo ese mismo halo la atraía hacia él irremediablemente. Fue directa sin dejar de mirarle a los ojos, le agarró la camisa con ambas manos y tiró hacia sí con todas sus fuerzas, era más alto que ella, pero no fue impedimento para que ambos amoldaran sus cuerpos y sus bocas se encontraran. En cuanto las lenguas se entrelazaron en una danza de movimientos coordinados su cuerpo estalló en llamas, era increíble que un simple beso, aunque fuese apasionado y salvaje, creara ese estado de excitación en ella. Rodeó su cuello y él apretó sus nalgas con fuerza. Bajó las manos hasta los muslos y como si de una muñeca de trapo se tratara la levantó posicionándola contra su entrepierna. Apenas había conseguido abrazar su cintura con ambas piernas cuando, con una rapidez asombrosa, ya la tenía contra la pared. Metió la mano entre sus cuerpos, el vestido se había subido por lo que no le costó apartar las bragas a un lado, y con maestría acariciar su sexo sutilmente, haciendo que un gemido se escapara de sus labios. Dejó de besarla para acercar los labios a su oído y pronunciar las palabras que la hicieron desearlo aun más… - Umm…mojada y preparada como a mí me gusta -.
Sus miradas se cruzaron y al contemplar sus ojos supo que jamás había conocido un hombre como este. Era increíblemente sexy y queriendo provocarlo aun más mordió su labio inferior para después lamerlo.

Se sentía extremadamente atrevida, desinhibida, con el podía dejarse llevar y no sentir vergüenza ni depravación en ello, por eso no pudo evitar sonreír. De su garganta salió un sonido al que no dio demasiada importancia, posiblemente en otras circunstancias le hubiese parecido aterrador, pero en ese momento solo quería que ese hombre la poseyera… -¡Agárrate fuerte nena!-, esas fueron las únicas palabras que con voz ronca dijo justo antes de sostenerla con un solo brazo y desabotonar el pantalón en milésimas de segundo. Si su fuerza no fue suficiente para dejarle saber que este hombre era único, el ronroneo que emitía, parecido al de un gatito cuando lo acaricias, lo fue, pero lo que hizo a continuación despejó cualquier duda, era el mejor amante del mundo sin parangón. Se llevó dos dedos a la boca, los impregnó de saliva y en el instante que tocaron su sexo estuvo a punto de tener un orgasmo, su excitación se disparó. Bajó la vista  y vio como su miembro se enterraba en ella de una sola estocada. No podía creer no estar sintiendo daño alguno, con su tamaño y después de estar dos años sin practicar sexo era increíble como su cuerpo aceptaba hasta el último milímetro. Asiéndola con fuerza  por los glúteos y apoyando su frente en el centro de su pecho empezó a embestir como si le fuese el alma en ello, logrando que sus muslos comenzaran a temblar, su clímax estaba cerca Tiró de su pelo hacia atrás para poder saquear su boca y fue cuando sintió como él se tensaba. Cuando él culminó y su semen calentó su interior consiguió que su orgasmo la arrollara con tal fuerza que deseó marcarlo como suyo, que sólo ella fuese la beneficiaria de sus caricias y besos, que fuese ella la única en sostenerlo entre sus brazos después que llegara al clímax y la única en sentir en su piel su respiración acelerada. Nunca había sentido nada parecido, se podía respirar el olor a sexo en el ambiente. El sabor metálico de la sangre en su boca era un afrodisiaco. Su cuerpo vibraba, una energía extraña lo colmaba. Fue increíble, era la primera vez que se había corrido al notar la sensación que producía el semen en su interior…
<< ¡Dios mío no habían usado condón! >>
Su desconocido la bajó lentamente hasta el suelo, subió sus calzoncillos y se abrochó los pantalones. -No te preocupes porque no hayamos usado condón Deborah. Te puedo asegurar que estoy sano y sé que tu también. Por el riesgo de embarazo puedes estar tranquila, soy incapaz de engendrar-, le había dicho mientras la miraba fijamente a los ojos…
<< ¿Le habría leído la mente o él también había caído en la cuenta del condón en estos momentos?, además… ¿Sabía su nombre?... ¡Y para más descaro daba por hecho que no utilizaba ningún método anticonceptivo! No es que exudara sexo como Megan; con su pelo negro azabache, ojos rasgados de un azul profundo, cuerpo exuberante y una actitud de "¡Hey! Si lo quieres, arrodíllate y suplica"; pero tampoco era un callo al que no salieran oportunidades de practicar sexo. Otra cosa es que nunca se hubiese acostado con el primero que llegara... hasta ahora, por supuesto >>
Sin más, el hombre que la había hecho disfrutar como ningún otro, sonriéndole como si lo pensado por ella lo hubiese dicho en voz alta, dio un toquecito con el dedo a su nariz  y se fue. Y allí, con la cabeza inclinada y apoyada en la pared, la respiración todavía algo acelerada y las piernas temblorosas, no pudo hacer más que sonreír y disfrutar de la sensación que proporcionaba el saber que acababa de echar el polvo del siglo.
Con un movimiento de cabeza se despejó de sus recuerdos para volver a la realidad, se acercó a la bañera y ajusto los grifos, cuando el agua adquirió la temperatura perfecta puso el tapón y se sentó en el filo a esperar que se llenara. Desde donde estaba se observó en el espejo que tenia frente ella y se sorprendió de lo que este reflejaba, nada tenía que ver con su estado de ánimo. Su cabello tenía un aspecto como nunca, rizos definidos, dóciles y brillantes, no rebeldes y encrespados como solía tener. Caían sobre sus pechos, que por extraño que pareciese, eran más turgentes que el día anterior. Su piel se veía tersa y suave, ni con las mejores cremas del mercado había conseguido que luciera así, incluso sus ojos tenían un brillo especial… ¡Un brillo rojo!
Como si tuviese un resorte en el culo, de un salto se plantó delante del espejo. Sus ojos eran verdes, del mismo verde de siempre. Por un momento llegó a pensar que su alucinación no se debiera a que su subconsciente le reprochaba su actitud lasciva de anoche y sí a que su desconocido no fuese realmente lo que parecía. Regañandose mentalmente por su estupidez, se dirigió hacia la bañera, solo le falta ponerse a fantasear. Ya lo hacía bastante en sus escritos, como para hacerlo en la vida real…
<< ¡Gracias papás por todas esas historias sobre seres de otro planeta! >>…Menudo legado de mierda le dejaban sus antecesores; su madre la mala fama y sus tres padres la locura.
Cerró el grifo y se sumergió en la bañera hasta que el agua la cubrio por completo...
<< ¡A la mierda con la librería, a la mierda con todo y con todos! >>… hoy necesitaba este baño más que nada.

1 comentario:

LinkWithin

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...