Alicante, a 27 de Julio de 2012
Buenos días mi vida, aunque eso de buenos es un decir.
Como es habitual últimamente no había hecho más que
levantarme cuando el teléfono ha sonado, Gerardo me ha vuelto a advertir que de
seguir así y no cumplir con los plazos revocarán el contrato y otorgarán el
proyecto a otro arquitecto, como si eso fuese una preocupación para mí. Estoy
harto de él, del trabajo, de la vida. Me siento muy cansado Mariola, tanto que a
veces deseo... Olvida esto último, no quiero hacerte participe de la espiral de
pesimismo en la que estoy inmerso. A ti solo deseo contarte lo bueno de mi
vida, de nuestras vidas, por lo que comenzaré de nuevo.
Hola cariño, ha amanecido un nuevo día y como siempre, aquí
estoy yo, al pie del cañón, para contarte todo lo que acaece en la vida de tu
amado hijo; porque si de algo estoy seguro en esta vida, es que de haberle
conocido lo hubieses amado con toda tu alma.
Ayer Alberto y yo fuimos al parque. Estaba contento, o eso
quiero pensar, pues se limitó a quedarse sentado en el suelo, balanceando su
cuerpo mientras era víctima de las crueles miradas de los repelentes mocosos a
los que tanto odio. No puedo evitarlo, sé que solo se trata de la inofensiva
maldad que nos posee a todos cuando somos unos críos. Sé que no pueden librarse
de ella, como ninguno pudimos a su misma edad, pero no por esa razón deja de
dolerme menos. Cada día que pasa se hace más duro, pese al consuelo de saber
que en su abstraída mente las burlas no le afectan.
Parece que fue ayer cuando, por primera vez, lo tuve en mis
brazos en ese cuarto lleno de incubadoras. Tan pequeñito que cogía en una sola
mano. Con esa mirada nueva que prometía que todo iría bien, que juntos
podríamos hacer frente al futuro, que siempre nos tendríamos el uno al otro. Hoy
es su cumpleaños y ya le tengo preparada una fiesta, aquí en casa. No será gran
cosa: tus padres, mi madre y espero que algunos amigos del cole.
Diez años Mariola, como pasa el tiempo, ¿verdad
mi amor? y sin embargo... en mi alma pesan como veinte.
¡No puedo, lo siento Mariola, pero no puedo seguir con esto!
Día tras día, desde hace cinco años, todas las mañanas
después de ducharme y desayunar, me siento junto a la ventana a escribirte una
carta. Carta que nunca será enviada, y lo peor y más triste de todo, que nunca
será leída. Comencé a escribirlas porque necesitaba desahogarme. Pensé que si escribía
nuestras vidas en una hoja de papel seria como compartirla contigo, pero no
puedo más. He llegado a la conclusión que de nada me sirve plasmar mis diatribas
mentales que mantengo contigo si no soy todo lo franco que debiera. Hoy quiero
sincerarme, necesito sincerarme.
Los primeros años llegué a pensar que no podría salir
adelante sin ti. En más de una ocasión he deseado que aquél 27 de julio fuese
él quien hubiese cerrado sus ojos en ese maldito paritorio e incluso he estado
tentado a que ese destino llegase de mis propias manos.
Solo un sentimiento me corroe las entrañas mi amada Mariola…
odio. Siento un odio irracional que me quema desde adentro. Que pone
pensamientos en mi mente que aborrezco. Intento desterrarlos, te juro que lo
intento, pero cada día al despertar en nuestra cama, solo, sin tu presencia
junto a mí, este sentimiento maligno se asienta en mí ser, quemando todo a su
paso, devorando poco a poco la cordura que se que pronto también me abandonará.
Desprecio el destino que me ha tocado vivir. Maldigo a Dios por haberte
arrebatado de mi lado. Deseo poder estrangular con mis propias manos a esos
médicos y enfermeras que no evitaron tu muerte. Me niego a admitir que nuestro
propio hijo, al que sosteniendo entre mis manos prometí profesarle todo el amor
que su madre no podría darle y la vida que por derecho se merecía, no sea lo
que yo esperé que fuera. Detesto que Alberto, cada día, pueda ver un nuevo
amanecer que jamás apreciará y tener que darle un amor que nunca sentirá. Odio
que él viva y tu no, pero sabes que es lo que más odio sobre todas las cosas mi
querida Mariola… mi existencia.
Todos los días me repito hasta la saciedad que todos somos víctimas
en esta macabra obra que nos ha tocado representar y a la que llamamos vida.
Que no hay culpables. Que el destino nos jugó una mala pasada, pero no es
verdad. Fui yo quien insistió en ser padres. Fui yo quien, persistentemente con
palabras dulces y mis zalamerías, te convenció para ir a aquella clínica de
fertilidad. Fui yo quien te susurraba al oído " míralos que felices"
cada vez que veíamos a una pareja con un bebe.
¡Fui yo, maldita sea! ¡Fui yo!
Y eso hace que la rabia bulla en mí. Que encolerice hasta el
punto de querer acabar con todo de una vez por todas. Sería tan fácil Mariola.
Él ni siquiera se enteraría y yo podría descansar al fin, como lo haces tú. Estoy
cansado, muy cansado, pero es el precio a pagar por mi delito, la codicia.
Éramos jóvenes, nos iba bien en nuestras carreras, vivíamos
acomodadamente, mejor que acomodadamente, no nos faltaban lujos. Pero yo quería
mas, lo quería todo. Si un simple obrero que le costaba llegar a fin de mes
podía permitirse traer al mundo una nueva vida, ¿por qué yo, un arquitecto
afamado casado con una abogada a la que no tardarían en hacer socia de uno de
los mejores bufetes, tendría que ser menos?... Y me arrepiento tanto Mariola.
Ahora sé que nosotros siempre lo tuvimos todo, eso que solo
unos pocos afortunados llegan a tener, amor. Amor del bueno, del verdadero, del
que perdura hasta la eternidad. Demasiado tarde para darme cuenta, ¿verdad mi
amor?
Me ha encantado poder al fin hablar contigo como lo debería
haber hecho siempre, y por mi seguiría escribiendo hasta que el día se
convirtiese en noche y la noche en un nuevo día, pero te tengo que dejar. Son
ya más de las nueve y debo despertar a Alberto, hoy es su gran día y espero que
también el mío.
Se despide tu amado esposo, siempre tuyo, en esta vida y en
todas las que me toque vivir.
El inspector Salgado plegó la carta por las
mismas marcas que esta tenía y la metió en el sobre.
—Señor, hemos
registrado la casa y el equipo de la científica ya ha recogido todo el
material, pero hasta no obtener los resultados del laboratorio de las huellas halladas
en el arma no sabremos si se trata de un robo o fue la propia víctima quien mató
a su hijo y luego se voló los sesos.
El oficial esperó
unos segundos a que su superior diera alguna orden, pero este parecía sumido en
su propio mundo, por lo que siguió dando parte de lo que tenían hasta ahora.
—La casa está revuelta por lo que a simple
vista parece un robo, pero nunca se sabe, ¿qué es eso que tiene usted en la
mano? —preguntó el joven señalando con la cabeza el sobre que tenía Salgado en
las manos.
El inspector,
todavía de espaldas a su subalterno, metió el sobre en la caja que tenia ante
él. Una pequeña caja de cartón floreada que había hallado sobre la mesa junto a
la ventana. Una caja que guardaba en ella los diez años de la vida, si se le podía
llamar así, de una familia rota por la tragedia.
—Una confesión
Rodríguez. Muy a mi pesar debo contestarle que para nosotros no es más que una
confesión.
¡Hay que triste!
ResponderEliminarPero muy bien relata la historia, transmites la angustia y rencor de protagonista.
gracias por pasarte Kimberly, eres todo un amor. La verdad que el dramatismo es palpable. Soy así bipolar, jajaja una de cal y otra de arena... nos leemos guapa...Besisss
EliminarCharo, por diosss, doy fe de que estás en tu etapa oscura!! Qué triste y qué trágico. Aun así, te digo lo mismo que la compi: la angustia se siente, la sientes al leer el relato.
ResponderEliminarMe guardo la opinión que me merece el 'arquitecto'...
Un besote!
Hola Charo, sos socia del club de las escritoras y pasaba a darte el bienvenida, he leído tu historia pero que triste y que bien estructurada. Me ha encantado, tienes un blog precioso. Te sigo y te invito a pasar por el mío El amor es cosa de otro planeta. Espero que nos sigamos leyendo, un besito y muchos exitos.
ResponderEliminarHola guapa!, aquí tienes tu ficha de socia:
ResponderEliminarhttp://elclubdelasescritoras.blogspot.com.es/2012/08/216-charo-arqued.html
Un besito bella, y sé bienvienida!, muak!
me encanto!!! Te sigo desde el Club de las Escritoras. Espero leerte seguido. Besos!
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