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En este blog se puede encontrar contenido para adultos, por favor si eres menor abstente de seguir leyendo,si no lo eres, sigue... espero que te guste.
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"El diario Oscuro" próximo libro de Karol Scandiu

Hola a tod@s....
Ha llegado a mis ojitos una noticia que no os dejara indiferentes a ninguno....POR FINNNNNN el libro de nuestra queridisima Karol Scandiu "EL DIARIO OSCURO" publicará con la editorial  “Nowevolution”  su primera edicion en los proximos días. Solo felicitar a Karol porque estoy segura que sera todo un éxito.
Ademas si pincháis en la imagen podréis apuntaros a “Grita por El Diario” una iniciativa de la autora para promover por toda la blosgosfera y redes sociales el lanzamiento de su libro. Tambien tendreis la oportunidad de optar por un ejemplar firmado de este....Lo dicho una oportunidad única, no os lo penséis dos veces y uniros "AL GRITO" ... BESISSS 







PROYECTO MAYO 2012: LA DOBLE IMAGEN

Un  mes más os traigo el proyecto del grupo Adictos a la Escritura. Se trata de hacer un relato basándonos en una imagen, la cual compartiremos con otro compañero y de este modo ver como una misma fotografía puede ser interpretarla de distinta manera. Espero os guste mi relato y estoy impaciente por leer vuestros comentarios...Besisss. (IMAGEN CEDIDA POR LAURA S.B, GRUPO ADICTOS A LA ESCRITURA)


LLAMÉMOSLE ALMA

Estaba agotado y nada tenía que ver la apariencia que portara, fuese un cuerpo joven o el de un anciano, siempre arrastraba el peso de esas cadenas inmateriales que con los años ya formaban parte de él. El cansancio apesadumbraba su esencia y aunque realmente carecía de conmiseración, pues fue creado para ser ajeno a ello, con el paso de los siglos algo se había forjado en su interior. Puede que fuesen remordimientos a causa de los minúsculos rescoldos de sentimientos que los mortales fueron depositando en el fondo de sus entrañas o simplemente fuese por apatía hacia su propia existencia; lo que estaba claro es que no había sido inmune a la tarea que le fue encomendada y eso dolía.
Su presencia raras veces era bien acogida, exceptuando las pocas veces que, como hoy, le esperaban con los brazos abiertos. Había llegado aquí guiado por sus fieles acompañantes y como siempre saldría de aquí a la zaga de las negras aves, siguiendo el destino que sus funestas alas le mostraran.
Una morada cualquiera, otro mortal más, siempre la misma directriz: arreglaría el nudo de su corbata, enderezaría el sombrero y aporrearía la puerta con el extremo de su bastón. La puerta se abriría y, por el bien de quien fuese el incauto de abrirla, esperaba no osara a tocarle, pues si no fuese el destinatario de su visita igualmente recibiría su dádiva.
Hoy una mujer septuagenaria, de cabellos rubios y ojos verdes, lo recibe con la sabiduría en su mirada. Su actitud, la de una persona que se ha resignado a poner fin a su largo camino andado por la ruta escabrosa de la vida; sus palabras, una muestra de la incongruencia de la propia humanidad.
<< ¡No! >>… Le dice ella con aplomo para, tras una breve pausa, añadir mientras seca sus manos en el mandil… <<Pase, hace tiempo que le estaba esperando>>.
Otra vez esa eterna paradoja que rodea a los mortales; saben que él llegará, antes o después, pero le niegan. Les sorprende su presencia, en el fondo tienen la esperanza de que él nunca aparezca ante su puerta.
Pasa a esa morada, la cual ya ha visitado con anterioridad y volverá a visitar y, dejando su bastón apoyado junto al quicio de la puerta, avanza hasta asir la mano de la mujer conduciéndola hasta su lecho.
Ella está con los ojos cerrados y semblante relajado, no de felicidad, pero sí de alivio, mientras él la observa sobre la cama. Posa la mano sobre su frente y roba su aliento y lo reemplaza por la paz que alberga en su interior, esa que llaman eterna, cumpliendo así su luctuoso cometido.
Con paso tranquilo se aleja, dejando tras de sí una ciudad cualquiera bajo un cielo plomizo amenazador, dispuesto a alcanzar la colina nevada donde sus fieles compañeros de viaje le esperan.
Ya no viste una túnica negra, aunque este siempre será su color. Tampoco viaja sobre el lomo de un caballo bayo y hace años que sus manos no esgrimen una guadaña; ahora, tan solo un abrigo y sombrero negro son los que ocultan su identidad, un bastón el que anuncia su llegada y sus pies el único medio para seguir el vuelo de los negros cuervos que lo guiarán hasta su próxima víctima, sabiendo que esa paz, que para unos es descanso y para otros sufrimiento, jamás la sentirá él en su… Llamémosle Alma.








MI REGALO DE CUMPLEAÑOS IDEAL...

Aquí os dejo un regalito para todos los que os habéis acordado de que hoy es mi cumple. Espero que os guste y , no es por presionar ni nada, si algún día quisierais hacerme un regalo por mi cumple ya tenéis una idea para UN REGALO IDEAL, jajaja.....Besisss.





No lo podía creer, por fin su regalo perfecto. Las manos le sudaban mientras, frente a ella, los chicos se quitaban la ropa lentamente. Uno rubio y otro moreno, uno de ojos negros otro de ojos verdes, ambos con unos abdominales tan marcados que perfectamente podría restregar sobre ellos esa ropa delicada que tanto odiaba lavar a mano… << ¡Por dios, céntrate en lo que estamos! En esos cuerpos esculturales, en esos fuertes brazos, esas piernas musculosas, esos paquetes… ¡Sí! >>

Sus sentidos estaban embotados. Sus ojos iban de aquí para allá para no perderse nada de lo que estos monumentos tenían que enseñar. Su boca estaba seca por la ansiedad, muy contrariamente a su sexo que estaba mojado y ansioso por recibir las atenciones de los dos sementales frente a ella… << ¡Si Dios, los dos!>>… Hoy por fin cumpliría una de sus fantasías y quién sabe, igual hasta más de una.

Inmersa en sus pensamientos no se percató que uno de los chicos no estaba frente a ella hasta que su cuerpo se estremeció al notar el sutil hálito sobre su nuca. Un escalofrío recorrió su columna erizando su piel, dejándola sensibilizada ante el roce de las yemas de los dedos que acariciaban sus piernas, sin prisa, apenas rozando su piel, hasta llegar a sus muslos. Unas fuertes manos amasaban sus pechos, mientras otro par de manos abría sus piernas. Unos suaves labios se posaban en su cuello, agasajándolo con dulces besos que precedían a las caricias de una caliente lengua que dejaba un surco mojado hasta el lóbulo de su oreja, delante de ella, las manos que antes acariciaban sus piernas, ahora comenzaban a desabotonar su camisa. La excitación incrementaba en ella por momentos, necesitaba sentirlos piel contra piel. Arqueó su cuerpo sobre la silla, resbalando su trasero hasta el filo de esta, en un inútil intento por acercar su centro a la prominente erección del chico que se encontraba entre sus piernas, pero no era suficiente. Los jadeos escapaban de su garganta sin poder acallarlos. No, ella no podía, pero la hambrienta boca que devoraba la suya los apaliaba convirtiéndolos en un mero resuello de necesidad. Unos fuertes brazos la rodearon y luego… el ruido de la silla al golpear contra el suelo, la presión ahora de una erección sobre su trasero, el efímero dolor a causa del tirón de pelo que la hizo apartarse de esa boca pecaminosa, las manos sobre sus hombros despojándola de su camisa, el belicoso agarre para voltearla y dejarla a merced de una boca que no pedía, exigía con rudeza haciendo que su sexo doliera por la necesidad, la suave caricia sobre sus nalgas ahora despojadas de ropa y expuestas por el minúsculo tanga de encaje que cubría su depilado monte de venus… todo ello saturaba sus sentidos hasta el punto de no saber donde se hallaba; solo el contraste de las frías sabanas rozando su piel ardiente la advirtió de que se encontraba sobre la cama… <<¡Dios, en la euforia de la pasión ni se había percatado que hubiese una cama en la habitación! >>  
Su mirada estaba perdida en la negrura lujuriosa de los ojos frente a ella, en el sonido sincrónico de las respiraciones, en el aroma entremezclado de la excitación, en el tacto de los nervudos cuerpos bajo sus manos, en el sabor salado de las pieles perladas por el sudor. Los necesitaba dentro de ella, estaba tan caliente que si no hacían nada al respecto colapsaría o peor aún, sería la primera mujer en morir por combustión espontánea en medio de una sesión de sexo.
Dio gracias porque parecía que le habían leído la mente. El moreno se presionó a su espalda haciéndola ansiar todavía más su pene cuando comenzó a resbalarlo entre sus muslos en una falsa y desquiciante imitación a lo que ella quería. Mientras, ante ella, el rubio atormentaba con su deliciosa boca sus pezones mientras su mano se posaba en su sexo… << ¡Oh si! Por fin tendría lo que tanto ansiaba. >>
Comenzó a sentir un dolor en los pechos que era más doloroso que placentero, ya no eran caricias lo que notaba, era una presión nada agradable.
— ¡No, por favor para me haces daño! — Dijo con apenas un hilo de voz, pues a estas alturas le costaba hasta respirar.
La presión sobre su pecho no remitía, era desagradable, algo no andaba bien. El murmullo de extrañas letanías llegaba a sus oídos, no conseguía entender lo que eran, pero poco a poco se fueron haciendo más claras las palabras; hasta que al fin las entendió.
— ¡Mamá, mamá! Despierta… ¡Mira, mira!
Con la mente todavía algo espesa por el sueño vio frente a ella a su hija, la cual la zarandeaba haciendo presión sobre sus pechos, insistiendo en que despertara. No tardó en escuchar el gruñido de su pareja tras ella que, con su habitual erección matutina pegada a su trasero y la mano sobre su sexo, apretó su agarre pegándola más a su cuerpo en un intento por seguir durmiendo, pero ya era imposible con la terremoto dando saltos sobre la cama.
— Felicidades cariño —. Susurró él en su oído con voz ronca, la cual estaba segura se debía más a la dureza que presionaba sin cesar sobre su trasero que al sueño.
— ¡Papá, saca tu regalo!, pero le damos el mío primero… ¡¿vale?!
Mientras su hija instaba a su papá a sacar el regalo, este presionaba más fuertemente el pene contra ella dejándole claro la clase de regalo que le gustaría darle y que, gracias a la pequeña, no sería posible entregarle. Tras unos segundos se resignó, estiró el brazo y cogió los pantalones cortos que habían sobre la mesilla de noche; se los puso y salió de la cama, momento que aprovecho la pequeña para salir detrás de él.
Ella, con un gran bostezo y una sonrisa en la cara, estiró los brazos sobre la cabeza, se sentó apoyando la espalda en el respaldo de la cama y esperó a que le dieran sus regalos. Pronto aparecieron, su hija con una bandeja con un delicioso desayuno: tostadas algo quemadas, zumo con algún que otro trocito de naranja flotando y un café tan negro que no habría quien se lo tomara; él, con un paquete pequeñito en la mano.

Entre risas y bromas de su pareja tomó el desastroso desayuno que con todo cariño había preparado su hija y el que a ella le supo a gloria, aunque después tuviese retortijones durante todo el día. Como era de esperar la pequeña desembaló el regalo que también insistió en llevar en su dedo pese a que se le caía cada dos por tres.
Había pasado otro año más y no había recibido ese regalo de ensueño; pero quién querría a un par de hombres versados en las artes amatorias cuando tenía a su lado a un amor de hombre y una dulzura de niña que le traían el desayuno a la cama y le regalaban un anillo de pedida.

Sorteo Exprés Damas de la Luz

Fantástico sorteo exprés hasta el 20 de mayo. os dejo banner en lateral y también podéis acceder a el pinchando sobre la imagen, no os lo perdáis...Besisss



LOS BESOS NO SE COMPRAN


Hola,
Este relato lo he escrito para el Juego de Primavera, excelente iniciativa a cargo de Paty C. Marín, que se lleva a cabo en su blog Cuentos Íntimos, maravilloso blog que os recomiendo si os gusta la literatura erótica y si no, también, os lo aseguro vale la pena leerla...(os dejo enlace a su blog)...
                                                                                                                         
Las bases eran las siguientes: Escribir un relato erótico, a partir de un comienzo aportado por Paty y a partir de ahí desarrollar el escrito. También se debían elegir 2 de las 8 fotografías que ella proporcionaba e integrarlas en el escrito, siendo parte estas del relato.
Yo como siempre en cuanto me enteré fue un reto para mi, pues nunca he escrito nada erótico, pero como estoy empezando me gusta escribir sobre todos los géneros, igual algún día soy buena en alguno y mira tu por donde me veis firmando libros, jajaja
Bueno sin mas os dejo para que leáis el que espero sea mi primer relato erótico, pero no el ultimo, jajaja, espero que os guste.






LOS BESOS NO SE COMPRAN


Como cada jornada, sobre las nueve, Ámber regresaba a casa. Utilizaba la línea de metro número 3, cuya duración era de veinticinco minutos y que siempre pasaba por la estación a las nueve y diecisiete. Eso le daba tiempo a comprarse algo de comer en la tienda de la esquina, normalmente un croissant, que mordisqueaba con calma mientras paseaba hacia el andén. Aquella noche llevaba un libro bajo el brazo, una nueva lectura que empezaría en cuanto se diese una ducha, se pusiera el pijama y se metiera en la cama. Pensando en si estaría demasiado cansada para leer diez páginas o un capítulo entero, subió al metro, que siempre estaba lleno a esas horas, y buscó un lugar dónde sentarse; casi nunca había un asiento libre, pero no perdía nada por comprobarlo.
De pronto, le vio entre la gente. Se sobresaltó cuando sus miradas se encontraron y bajó la vista al suelo.


           Él estaba allí, como cada noche, en el vagón de metro de las nueve y diecisiete de la línea número 3 esperando que las puertas se abrieran y ella apareciese. Una chica de lo más normal que no llamaba la atención de los borregos que la rodeaban, en especial de uno, y él daba gracias por ello. Con la camisa blanca formal y pantalones negros de camal ancho no se apreciaban las curvas que escondían esas insulsas ropas, bajo ellas un cuerpo hecho para el sexo pedía a gritos ser liberado. Él sabía toda la pasión que encerraba, había sido testigo de ello, como sabía de su negativa a ceder al deseo; ese mismo deseo que sus ojos reflejaron cuando sus miradas se encontraron antes de que ella bajase la cabeza y volviese a levantar los muros que la acorazaban. También había saboreado las mieles de su pasión, sabor que no podía olvidar y que provocaba que el recuerdo de sus encuentros lo convirtiera en un Neandertal, tentándolo a acortar la distancia que les separaba y empujarla contra las puertas para que esta vez fuera su polla lo que tuviese dentro y no sus dedos. La situación se le había ido de las manos. Llevaba un mes que le era imposible trabajar. No era capaz de sacarla de sus pensamientos. Su preciosa sonrisa, sus tímidas caricias, sus jadeos y gemidos, todo estaba grabado a fuego en su mente. Esa parte de ella que no sabía lo endemoniadamente sexy que era cuando su ingenuidad la hacía sonrojarse, o cuando mordía su labio inferior para evitar preguntar algo, que según ella, era vergonzoso en boca de una mujer y se moría por experimentar, hacia que la deseara tanto que rozaba la obsesión y lo peor de todo era que no solo se había colado en su mente, sino también en su corazón, se moría por besarla, por probar su boca de labios carnosos que lo traían de cabeza desde el primer día.

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Mirando las puntas de sus zapatos, Ámber, sentía que los minutos no pasaban. Igual que cada día insistía en buscar ese asiento vacío en el atestado vagón, sabiendo que era casi imposible encontrarlo, cada día inspeccionaba la multitud de desconocidos esperando ver a Mark entre ellos, sabiendo que eso solo sería posible los martes; sin embargo hoy era viernes y allí estaba. No podía quitarse de la cabeza esa mirada. Un hormigueo recorrió su cuerpo. El roce de la fina tela de la camisa erizaba la piel de sus brazos y el encaje del sujetador lamia sus pezones erectos provocando una fricción dolorosa y a la vez deliciosa. Su corazón latía desenfrenado haciendo que su respiración se acelerara por momentos. Cerró los ojos y se dejó arrastrar por los recuerdos que abordaban su mente.
De nuevo estaba en el pasillo de casa, con los brazos en alto y contoneando su cuerpo desnudo al son de la música… “I know I may be young, but I’ve got feelings too…” (*música*)… Pasando la punta de los dedos a lo largo de su brazo hasta llegar al pezón, sintiendo escalofríos al sentir el sutil contacto de la fría brisa del aire acondicionado sobre su piel caliente por la excitación que generaban sus manos sobre sus pechos. Por los altavoces la voz de Britney Spears era la guinda que endulzaba el pastel, cada vez estaba más caliente… “I’m a slave for you. I cannot hold it; I cannot control it. I’m a slave for you. I won’t deny it; I’m not trying to hide it.”… - ¡Oh sí, Ella tampoco podia controlarlo! -
Su excitación aumentaba al igual que la dureza de sus caricias. Amasaba sus pechos hasta el punto del dolor y como recompensa a tan dulce tortura sus pezones estaban duros; en ese momento deseaba poder ser capaz de lamerse ella misma. Martirizaba su sensible brote, su dedo índice y corazón, mojados por su propia saliva, lo acariciaban. Su otra mano bajaba lentamente hasta su sexo, cubriendo su monte de venus, rozando su vulva con el dedo lenta y pausadamente hasta acabar este en su entrada. Lo llevaba hasta su clítoris y con movimientos circulares le daba los cuidados que se merecía; sí, sus propios jugos hacían que su dedo se sintiera como la caricia de una lengua.



 Frente a ella sentado en una silla al final del pasillo, Mark, ataviado con una simple camisa abierta, estaba expuesto a su mirada, con su cuerpo desnudo velado por las sombras que proporcionaban las pequeñas llamas de las velas situadas a lo largo del pasillo, observándola como se acariciaba. Sus manos aferraban su miembro erecto, el cual lloraba reclamando atención, derramando una única lágrima perlada, esa que tanto ansiaba lamer ella. Su mano resbalaba desde la base hasta la punta, abajo y arriba, con movimientos lentos, pasando su pulgar por el sublime líquido que adornaba la cabeza de su pene y extendiéndolo por la piel de su miembro grueso y venoso. Recostado en la silla y con la cabeza echada hacia atrás, su mera visión era una tentación que ella no quería negarse, pero sabía que tenía que hacerlo; si ella no obtenía placer no habría engaño en lo que hacía, solo devoción hacia la persona que quería.

Por más que lo intentaba Ámber no podía dejar de tocarse. Su mano izquierda atormentaba su pezón, pellizcándolo, haciendo que una descarga fuese directa a su clítoris, la derecha acariciaba su sexo cada vez con más rapidez, movimientos que se acompasaban a su acelerada respiración. Solo un poco de presión sobre su sensible clítoris y los músculos de sus piernas se tensarían. Ya comenzaban a temblarle, no podría aguantar por mucho tiempo el equilibrio y no lo dudó; dejó las atenciones a su pecho y apoyó la mano en la pared. Su sexo se sentía vacio, comenzaban las contracciones y sus paredes necesitaban algo a lo que aferrarse. Una fuerte mano sobre la suya guió dos dedos a su interior; uno de ella, otro de él.
Cómo había recorrido el pasillo en decimas de segundos no lo entendía y su grado de excitación hacía que no le importara; comenzó a montar ambas manos.
La música quedó relegada a un segundo plano. Sus jadeos resonaban en el pasillo poniendo banda sonora a la bella y sensual danza de sus cuerpos. El calor que desprendía el cuerpo tras ella y la erección que había presionado la parte baja de su espalda desaparecieron y a punto estuvo de protestar cuando un tercer dedo la penetró. Sacó su propio dedo de su interior y apoyó ambas manos en la pared… - ¡Que Dios le perdonara lo que iba a hacer! - … porque sabía que ella misma no lo haría, y a pesar de ello, no pudo evitar que los gemidos escaparan de su garganta cuando, de rodillas ante ella y sin dejar de penetrarla, succionó su clítoris, haciéndola estallar cuando sus dientes con maestría presionaron lo suficiente para que la punzada de dolor la llevara a la culminación, haciéndola creer por unos instantes que era esa boca que saboreaba su sexo la que verdaderamente estaba destinada a besar.
El murmullo de voces invadió sus oídos, haciéndola abandonar el exquisito recuerdo de su último encuentro con Mark. Aferró el libro a su pecho en un intento por recobrar la compostura y se miró de nuevo el reloj impaciente, en un minuto el metro pararía y ambos bajarían. En cuanto se abrieran las puertas Ámber saldría disparada, necesitaba llegar a casa y darse una ducha, sacarse de la cabeza los recuerdos y de la piel sus caricias; aunque lo lamentaba, ya no podía permitirse el coste de su compañía.

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En cuanto las puertas del metro se abrieron Mark salió escopetado, pues sabía, por su reacción cuando lo vio en el vagón, que Ámber saldría corriendo a encerrarse en el que era su refugio, su solitario apartamento. Tras sortear a una pandilla de críos, una mujer, que no tenia mejor sitio que rebuscar en el bolso que en medio del andén y a un anciano que le dieron ganas de coger en volandas y llevarlo hasta la salida, pues una tortuga a su lado dejaría al correcaminos con la lengua fuera, por fin llegó a las escaleras de salida del metro. Subió los escalones de dos en dos y ni con esas pudo verla y encima comenzaba a llover… ¡Es que hoy todo tendría que venirle de culo!... No es que le hiciese falta seguirla, se sabía el camino de memoria. Se abrochó la cazadora y echó a correr, si algo tenía claro es que de hoy no pasaba que él estuviese enterrado tan dentro de ella, como ella lo estaba dentro de él, aunque en su caso sería literalmente, su polla por fin estaría donde le pertenecía, dentro de ella, en lo más hondo. Nunca creyó que él, un profesional, se vería así de afectado por una mujer, joder, solo de pensarlo ya estaba empalmado. La cremallera rozaba su verga, eso le pasaba por no usar ropa interior, era insoportable… ¿Sentiría lo mismo cuando Ámber rastrillara sus dientes lentamente por ella?... No, estaba seguro que sería mil veces mejor, lo mismo que besarla.
Ámber echó a correr como alma que lleva el diablo en cuanto las puertas se abrieron, lo último que necesitaba era toparse cara a cara con él. La llovizna se había transformado en una lluvia que, aunque no era torrencial, era más que suficiente para calarla de arriba abajo. En ningún momento se detuvo, pese a creer escucharlo en la lejanía gritar su nombre, cosa que podría ser perfectamente resultado de sus ganas por volver a estar con él. Delante del portal de casa pensó en voltear la cabeza para ver si él la había seguido, pero si volvía la cabeza perdería unos segundos que serian cruciales para deshacerse de él, si en efecto la había seguido. Una leve llovizna mojó su camisa, miró al cielo y una gota cayó sobre su cara. Llevaba un paraguas en el bolso, pero no perdería el tiempo sacándolo. Después de varios intentos la llave entró en la cerradura, por fin estaba a salvo, o eso pensó hasta que un fuerte empujón la lanzó al interior del edificio.
El rellano estaba sumido en la oscuridad más absoluta y aun así pudo reconocer su aroma. Ese que, inocentemente, pensó cuando le conoció que era debido a algún tipo de perfume a base de “Feromonas” y que después de un mes, reconocía como el olor de su excitación. Ese olor que evocaba la perfecta imagen de su bien formado cuerpo desnudo y de su miembro erecto y curvado descansando sobre su abdomen musculoso; una imagen que hacía que su cuerpo vibrara de deseo y su sexo cosquilleara, ansioso de caricias, mojado y preparado… para él.
— ¿Es que estas sorda? Sé que me has visto en el metro y no me has esperado, eso no está bien nena… ¡Nada bien!
Ámber quedó paralizada ya no por las manos, que como abrazaderas de hierro la inmovilizaban por los antebrazos contra la pared, sino por el tono posesivo y sobretodo dominante con el que espetó las palabras.
— Yo… yo lo sien… —no pudo terminar las frase. Había agarrado sus muñecas y subido sus brazos por encima de su cabeza, apretándose a ella, presionando su erección contra su monte de venus, lamiendo sutilmente con la punta de la lengua el camino a la inversa que segundos antes había recorrido una única gota de lluvia por su cuello hasta llegar a la parte superior de su pecho, robándole con ello la respiración.
— ¡Sí!... Que no te quepa duda que lo vas a sentir… — susurró junto a su oído, a la vez que prodigaba delicados mordiscos combinados con las caricias de su magnífica lengua en el lóbulo de su oreja— Y en lo más profundo de tu ser, te lo puedo asegurar.
Las piernas le temblaban, todo el cuerpo le temblaba. Una mezcla de miedo, ante este nuevo comportamiento de él hacia ella, y de excitación, por la promesa no dicha de lo que este hombre haría a su cuerpo, hizo que su respiración se atorara en sus pulmones, temiendo soltarla, sabiendo que de hacerlo sería un jadeo lo que saldría de sus labios. Quería dejarse llevar, sucumbir al deseo que la arrollaba, ofrecerle no solo su cuerpo, también su corazón, pero sabía que para él solo sería una más y no podía reprochárselo, a fin de cuentas era su trabajo.
Se había propuesto recuperar a Peter, costara lo que costara. Hacía dos meses que la había dejado porque, según él, ella era una sosa en la cama y el muy joven para no disfrutar de los placeres de la vida y amargarse tan pronto. Fue ahí cuando decidió poner remedio a su problema contratando los servicios de Mark para que la enseñara a complacer a un hombre en el ámbito de la cama. Sin embargo ahora, después de un mes de conocer lo que verdaderamente era la pasión y sentirse deseada, lo que era la autentica excitación, esa que suscitaba su simple mirada y que hacía que nada importara, excepto la sensación de sentir su aliento en la nuca y su cuerpo desnudo junto a ella, había descubierto que el problema no residía en ella, sino en Peter… él no era el hombre correcto. Ella era una mujer guapa, joven, apasionada y después de un mes, en el que había explorado su sexualidad con un verdadero hombre, se sentía sexy y atrevida y lo pensaba demostrar.
El ruido de unas llaves hizo que Mark aflojara su agarre, dándole la oportunidad perfecta para liberarse y, en un arrebato salvaje, sujetar con ambas manos su pelo, aprovechando su momentánea distracción para devorar su boca y pese a las ganas irrefrenables que tenia de bajar sus pantalones y rodear su cintura con las piernas, puso las manos en su pecho y lo apartó bruscamente de ella. Su mirada lo decía todo sin necesidad de palabras, pagaría caro este atrevimiento. Los besos eran territorio prohibido para él y ella lo sabía. Su boca estaba dispuesta a deleitar cualquier parte de su cuerpo, menos los labios, sin embargo ella estaría dispuesta a recibir muy gustosa cualquier castigo que él le impusiera, con tal de que la besara.
Mordiendo su labio inferior, una picara sonrisa apareció en su cara y sin perder más tiempo se lanzó a las escaleras y subió los peldaños, dejando tras de sí el frenético ritmo de sus tacones. Podría haber cogido el ascensor, pero viviendo en el primer piso, encerrarse en un cubículo de tres metros cuadrados con Mark y un vecino cotilla que seguro notaria su grado de excitación, no era opción.
Ámber daba gracias por haber optado por ponerse pantalones y no falda, apretando los muslos, la costura del pantalón hacia maravillas sobre su sexo ansioso mientras la dichosa llave no encajaba en la cerradura. La mano de Mark entró en escena y al igual que tres días antes sin vacilar la había guiado hasta su sexo, ahora detenía el temblor de esta para que la llave encajara en la cerradura.
El ruido de la puerta al cerrarse. El golpear de sus zapatos en el suelo cuando los lanzó. El sonido de los botones de su camisa al ser arrancados. Sus fuertes manos aferradas a su cintura inmovilizándola contra el aparador de la entrada. El delicioso tacto de su lengua desde el centro de sus pechos a lo largo de su cuello. La respiración acelerada de ambos. Todo ello creaba un clímax donde el placer se apoderaba de cada poro de su ser, ya no había vuelta atrás; ni ella lo quería.
— Lo que has hecho ahí abajo… ¡Dios nena!... eso se merece un castigo.
Esa palabra otra vez. El tono con el que salía de sus labios, un tono posesivo, dominante, con la promesa tácita de hacerla pagar por llevarlo al límite. Ese “Nena” calentaba su cuerpo y su corazón.
— ¡Joder, me vuelves loco! —La visión de sus pezones duros bajo el sujetador blanco de encaje era sublime para Mark— Ahora debería hacerte pagar por los treinta días que llevo matándome a pajas. —su boca se vio irremediablemente atraída, como si fuese un imán, por ese brote erecto que pedía a gritos ser mordido.
Ámber no pudo evitar jadear cuando su boca se apoderó de su pezón. Sus dientes lo mordieron, provocando que su sexo, ya mojado, se sintiese ávido por sentir sus caricias.
— Me has convertido en un eunuco ante cualquier mujer que no seas tú. Tendría que hacer que suplicaras…por horas…—las advertencias salían de su boca, pero Mark sabia que sería incapaz de llevar a cabo sus amenazas. Deseaba estar enterrado en ella, llevaba un mes deseándolo.
Ámber estaba exhausta por la excitación. Los reproches de Mark, contrariamente a amedrentarla, hacían que su cuerpo vibrara impaciente, su sexo dolía, le necesitaba. Este hombre la iba a volver loca. Acababa de decirle que llevaba un mes deseando hacer el amor con ella y ahora que ella estaba caliente y desesperada por hacerlo con él se tomaba su tiempo. La sangre le hervía, estaba impaciente.
— ¡Hazlo! Castígame si quieres, pero hazlo ya… ¡Por favor, te necesito! —dijo con voz suplicante mientras llevaba sus manos hasta el botón de su pantalón.
La suplica de Ámber fue música para los oídos de Mark. Su polla se resintió dentro de sus pantalones. Estaba tan duro que podría remachar un clavo del veinte y apenas sentirlo… - Que la castigara si quería le había dicho… ¡Joder!... Lo estaba deseando, aunque… ¡A la mierda! Mañana se dedicaría a eso, ahora necesita follársela más que respirar -. Se apartó de ella y se deshizo de la cazadora. Desabotonó los puños de la camisa, mientras observa como ella se libraba de su empapada camisa, quitándose con algo de vergüenza el sujetador, dejando expuestas sus tetas a su mirada hambrienta.
Sincronizados se quitaron los pantalones, él dejando su miembro a la vista, grueso y erecto, ella sus bragas de encaje blanco a juego con su ya inexistente sujetador. La pegó a su cuerpo, amasó con desesperación su fabuloso culo y flexionando las rodillas la alzó. No fueron necesarias las palabras, ella se aferró a su cuello y rodeó su cintura con las piernas. Debería de ir a la habitación, su primera vez tendría que ser en la cama, pero estaba al final del pasillo y no creía que pudiese esperar a encender luces y recorrer ocho metros de pasillo notando el calor que emanaba su coño sobre su pelvis. La primera puerta era un cuarto al que nunca había entrado, pero le valdría para su propósito.
Ámber no se podía resistir a la deliciosa fricción que hacía que la tela de sus bragas rozara su clítoris, por lo que imitó el movimiento que utilizó para montar su mano el martes, frotando su sexo contra su abdomen… -¡Y se sentía delicioso!-
La excitación, el frenesí y las caricias de sus manos, aunque en pocas ocasiones, las había sentido. Sus palabras que la encendían, su aliento que erizaba su piel, su mirada que la hacía perder los papeles, todo en mayor o menor medida lo había sentido, excepto la experiencia de probar su boca. Un beso, el gozo de sentir sus labios sobre los suyos, algo tan sencillo y sin lascivia, pero que para ella implicaba tanto. Deseaba besarle, demostrarle lo que sentía por él.
En cuanto entraron al cuarto Ámber deshizo su abrazo para enmarcar su cara y mirarle a los ojos. Bajó sus piernas y tocando ya sus pies en el suelo, ni él apartó las manos de sus caderas, ni ella de su cara. Por unos instantes pensó que se inclinaría y la besaría, pero no fue así, el tiempo quedó suspendido para ambos, mirándose a los ojos.  Lentamente fue acariciando su rostro, sus hombros, descendiendo por sus brazos, poco a poco, hasta llegar a sus manos. Entrelazó sus dedos con los de él y lo guió hasta el centro de la vacía estancia.

Una habitación de suelos de madera vieja, con tan solo una silla bajo una triste y antigua bombilla que emitía una tenue luz, suficiente para que, si él la mirara, descubriera que sus ojos habían comenzado a aguarse.
— Siéntate —dijo Ámber apenas en un susurro, instándolo a tomar asiento.
— Ámber…yo… —las palabras arañaban el pecho de Mark deseosas por salir. Sabía que ella había esperado que la besara, sin embargo se había quedado petrificado al comprender que ella sentía algo por él; y ahora estaba entre sus piernas, ante él arrodillada, ofreciéndole algo que no había dado a ningún hombre… ¡Dios, amaba a esta mujer!
Ámber intentó reprimir las lágrimas, pero le fue imposible cuando Mark la aferró contra su pecho y besó su cabeza. Quería a este hombre y cuando él se marchara saldría de esta habitación dejando su corazón encerrado en ella.
— Lo siento Mark…yo no debí… —le costaba hablar. Las caricias en su espalda, contrariamente a ser un bálsamo para ella, hacían que un nudo de dolor se instalara en su pecho— Perdóname por besarte. Sé que tú nunca besas a tus clientas y entiendo que estés enfadado, pero no lo pensé. —No estaba segura si él podría oír su confesión, pues musitaba las palabras con apenas un hilo de voz, tampoco obtenía reacción por su parte— Hoy será el ultimo día que reclame tus servicios… ¡Te pagare mas si es necesario por un beso!... ¿Lo harías Mark?, ¿Me darías un beso si te pagara?
La mano de Mark quedó inmovilizada en su espalda, no podía creer lo que oía. Ámber pensaba que su cabreo era porque lo había besado y no por haberlo apartado de ella cuando lo besaba, que era la verdadera razón por la que su lado dominante había aflorado y encima le decía que le pagaría por un beso, acaso pensaba ella que para él era una clienta… -¡Si ni siquiera había aceptado su dinero, se lo devolvió!- Sus palabras lo habían dejado petrificado… -¡Dios, hombre reacciona!-…se recriminó mentalmente. No podía cometer el mismo error de hacia unos minutos, no pensaba perderla. Poniendo un dedo bajo su barbilla la obligó a mirarle y lo que vio le rompió el alma, las lágrimas empapaban sus mejillas.
— ¡Ámber, nena! No llores por favor, me destroza el corazón verte así… —susurro con voz dulce, mientras limpiaba las lagrimas de su cara con los pulgares— Cariño los besos no se compran
Ámber cerró los ojos fuertemente. En estos momentos quería morirse, se sentía destrozada.
— Los besos son símbolo de amor mi vida… se regalan —dijo Mark al tiempo que se inclinaba y posaba los labios sobre los suyos.

Concurso - ALEA JACTA EST

Os traigo un concurso del cual me he enterado recién hoy, y aunque un poquito tarde ya que solo se pude optar a participar por 2 de los 4 loteas de libros, vale la pena. 
Os pongo imagen de los lotes a los que se pueden optar por las fechas en las que estamos y enlace al blog de la autora del concurso.


LOTE 3º --- 1 DE ABRIL HASTA EL 14 DE MAYO

-KATE NOBLE---TODO ESTA EN JUEGO
-MENCHU GARCERAN ---INFILTRADA
-MANUEL JESÚS  SORIANO---OJOS DE GATA



LOTE 4º --- 1 DE MAYO HASTA EL 21 DE MAYO

-ERIN MCCARTHY---AL LIMITE
-N.D. NIKA---------------EL TEMPLO DEL CAÍDO
-MELISSA NATHAN--LA CAMARERA

Concurso en Torre de Babel

Por sus 400 seguidores el blog TORRE DE BABEL, efectúa un sorteo os dejo link para acceder a el, pinchando en banner del sorteo. Participar vale la pena...Besisss.

Historia Enlazada

Buenos días.
Como es sabido por todo miembro del grupo Adictos a la Escritura, aparte de los proyectos mensuales y las consignas, en el foro llevan a cabo un magnifico proyecto..."LA HISTORIA ENLAZADA" y yo, como Adictaaaa he decidido, que ya que tenia la oportunidad de participar en esta segunda ronda, no dejar pasar esta ocasión. Es un nuevo reto para mi, pues el nivel de escritura de la historia y el argumento de la misma esta tremendamente elaborado, sera la primera vez que escriba siguiendo una trama que no sea de mi propia imaginación y espero estar a la altura de tan admirable proyecto.
Os dejo enlace a la primera parte de la misma, por cortesía de LAURA SB quien lo ha colgado en el Blog de Adictos, y sin mas aquí va mi parte, deseo que os guste...Besisss.






TAMBIÉN OS DEJO ENLACE AL FORO DONDE SE VA CONTINUANDO LA HISTORIA
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MARCADA


Por fin la agónica sensación que precedía a la muerte abandonaba a Aura. No estaba segura si fue salvada o contrariamente las sombras que la rodearon habían sido las ganadoras de la batalla. En su corta vida siempre fue una chica de espíritu luchador y en estos, sus últimos momentos, no sería menos. Armada de valor, respiró hondo y abrió poco a poco los ojos dispuesta a encarar su destino.
El sol se imponía de forma cegadora sobre un cielo azul como nunca recordaba haber visto, provocando que Aura tuviese que poner su mano a modo de visera para poder observar todo lo que la rodeaba. Frente a ella una pequeña colina de pasto verde se alzaba dando grandiosidad al entorno. Un tremendo sentimiento de paz se respiraba en este mundo de ensueño; pero al igual que sabía que la paz que sentía era irreal, tan solo producto de sus anhelos, sabía que tras esa colina se encontraba la verdad de su mundo. Una parte de ella, aunque ínfima,  quería desatender esa voz interior que le decía que ascendiera hasta la cima para conocer el destino que les deparaba. Esa pequeña parte de ella quería quedarse en esta pradera de felicidad y evadirse de todo, excepto de la sensación que le había producido ese bello ser alado cuando extendió sus manos reclamándola para sí; a ella y a lo que portaba.
Los remordimientos la atenazaron, ella era la guardiana de las joyas de las Bestias, la portadora del estandarte, tenía que salir de ese sueño que hostigaba su mente.
Con paso raudo se dirigió hacia la colina empapándose de la belleza que la envolvía. Pasaría algún tiempo hasta que sus ojos vieran de nuevo, fuera de un sueño, cielos azules y tierras floridas, suponiendo que ese día llegara para ella y no pereciera en el camino; porque si de algo estaba segura en la vida, era que la luz ganaría la batalla a Luzbel y el mundo renacería de la mano de los valientes que lucharían para que las Bestias Sagradas del Creador no cedieran ante los engaños de los moradores del averno.
Absorta en sus pensamientos anduvo el largo trecho hasta la cima de la colina y una vez allí lo que vio hizo que una neblina de pesimismo azotara su ser. Ante sus ojos, un centenar de Ángeles luchaban entre sí, la situación era caótica. La tierra temblaba cuando uno de estos seres, fuese de alas blancas o negras, posaba sus pies sobre esta. Cada vez que un Ángel de luz era alcanzado una nueva brecha se abría en el cielo, resquebrajándolo más de lo que ya estaba; si se trataba de un oscuro el que era derrotado, la vida volvía a resurgir donde este yacía.
Si descendía esta pequeña colina dejaría un mundo florido y lleno de vida, en el cual el sol podría calentar su alma, para adentrarse en un mundo de parajes inhóspitos, que tan solo de contemplarlo dejaba su cuerpo aterido. Aquí solo ella tenía la potestad de decidir qué lado elegir, nadie le recriminaría su decisión, excepto su propia conciencia.
El grito de una voz familiar hizo que sus reflexiones quedaran relegadas a un segundo plano y que todos sus sentidos se centraran en los humanos que se encontraban en el centro del páramo. Cubiertos por un manto de luz, Eric, Kaal, Elever y Laela, fijaban la vista en el cuerpo sin vida a los pies de la gigantesca Bestia de 4 ojos y armadura de plata, mientras Metatrón y Luvriniev, espada en mano, intentaban protegerlos sin mucho éxito. La respiración comenzó a acelerársele conforme el estupor que embargaba su mente dejaba paso a la comprensión, era Val, su Val, quien permanecía inerte a los pies de la Bestia de la Destrucción.
Sin pensarlo un segundo se dispuso a incursionar en ese mundo de caos y robar de las garras de la Bestia el cuerpo de su líder. Ese guía al que decidió seguir ofreciéndole su hombro como apoyo, al igual que lo haría una hermana pequeña o una buena amiga. Ese hombre al que ahora, viendo su cuerpo sin vida, tenía que reconocer que no solo le había ofrecido su hombro, también sin ella pretenderlo, le había entregado su corazón; suyo para amar o desdeñar, ya no solo como amigo o hermano, sino como hombre.
Guiada por el corazón y no por la razón, pues sabía que ella correría la misma suerte que su amado si enfrentaba a la Bestia, comenzó a descender, pero tan solo un paso pudo dar antes de que unas fuertes manos apresaran sus antebrazos.
— ¡No!
La simple palabra, aunque dicha con autoridad, la dejaba indefensa ante el ser que ahora posaba los labios en su hombro. Notó el calor que emanaba el cuerpo tras ella conforme este pegaba su torso a su espalda. Otra vez esa sensación sensual y de excitación inquietaba su cuerpo.
— No puedes hacer nada por ellos…aquí no. —Habló su asaltante mientras pegaba más su cuerpo al de ella. — Envidio a ese humano, es afortunado, el corazón de la guardiana le pertenece, pero a la vez le desprecio porque no sabrá ver tan preciado regalo… ¡Lo que daría yo por poder disfrutar de tus favores!, pero todo se andará, espero que llegue el día que tu corazón desee mi redención.
Aura intentó zafarse de su agarre y encarar al malvado ser que hacía que de sus labios escaparan involuntariamente leves jadeos, siendo consciente que con ello ensalzaba el ego del secuaz de Luzbel
— ¡Suéltame maldito esbirro de Lucifer, mi corazón jamás albergara nada hacia vosotros! —musitó Aura con voz temblorosa, pero llena de convicción. Su vista estaba centrada en el cuerpo sin vida de su amado, su corazón lloraba su muerte, no obstante su cuerpo traidor acompasaba los movimientos de su captor, sucumbiendo a las caricias del malévolo Caído.
— Mi bella mortal, tu cuerpo no piensa lo mismo… —dijo con voz seductora— de todas formas mi misión aquí es otra. Sería estúpido por mi parte cometer el mismo error que me llevó a estar siglos encadenado a una piedra… ¿No crees?
Azazel libró de su agarre a la humana y se posicionó a su lado. Observó como toda la excitación, que momentos antes había saturado a la guardiana, era reemplazada por una rabia que la hacía resplandecer en su belleza. Después de tantos siglos seguía sin entender porque el Creador los condenó por amar a sus hijas, eran sublimes a sus ojos, seres creados para venerar. Puede que ese fuese el problema, que se sintieron mas atraídos por ellas que por el mismísimo Creador.
— Estoy aquí para procurar por vosotros en esta batalla. Como comprenderás no puedo presentarme ante vosotros estando esos dos cerca…—dijo señalando con la cabeza a Metatrón y Luvriniev— por lo que lo haré cuando tu consciencia alcance el plano de los sueños y solo la tuya, confío en tu buen juicio para que este sea nuestro pequeño secreto. —Aseveró con tono burlón y guiñando el ojo.
Aura intentaba engranar todas las piezas en su cabeza. A su lado un sicario del mal le ofrecía su ayuda para sobrevivir al despertar de las Bestias. Según él había estado preso por siglos y estaba claro que solo uno de sus verdugos era el responsable de su liberación, por lo que, pese a ser un Caído, su misión era encomendada por un ser de luz, tenía que saber quién era. Abrió la boca con la intención de interrogar al Ángel o Demonio, pues ahora no estaba del todo segura como definirlo, y despejar sus dudas, pero él, posando un dedo sobre sus labios, acalló sus palabras antes de que estas fuesen pronunciadas.
— Se que en estos momentos en tu cabecita la incertidumbre te hace desconfiar, pero escúchame y después decide. Si quieres creerme bien, si no, pues también. Será solo tu decisión.

********************

Elidi estaba desesperada, aunque habían tenido la suerte de encontrarse con los compañeros de viaje de Laela, seguían sin dar con Val, Eric, Kaal y la propia Laela, tampoco ayudaba que Aura no despertara. Por más que el viejo curandero hacia bajar por su garganta los líquidos ambarinos de sus botellitas, ella no respondía. Hacía tres días que no sabían nada de los suyos y solo la idea de que algo le hubiese pasado a Kaal hacia que su corazón se contrajera…<< ¿Desde cuándo te preocupas por nadie que no seas tú? >> pensó Elidi, pero no necesitaba respuesta para esa pregunta, era lo que tenía el amor. La mala fortuna siempre había sido su compañera en la vida, para ella ese sentimiento que tendría que ser sinónimo de felicidad y alegría suponía sufrimiento y desesperación.
— ¡Elidi, Elidi! —La llamó Elever, mientras hacía aspavientos con los brazos reclamando su atención— ¡Se ha despertado!, ¡Aura por fin está con nosotros!
Salió tan disparada que apenas los pies rozaban el suelo, parecía que después de todo no estaban dejados de la mano de Dios como ella llegó a pensar.
Aura despertó entre arcadas, el líquido que segundos antes había bajado por su garganta estaba ansioso por salir de su cuerpo. El vómito no tardó en llegar y doblándose en dos vació su estomago, el cual solo albergaba el asqueroso brebaje.
— ¡Por Dios chiquilla, no sabes el susto que nos has hecho pasar! —le espetó Elever.
Aura sentía su cuerpo débil y la cabeza todavía le daba vueltas y para colmo el anciano curandero le reprochaba el haber estado sumida en ese sueño profundo. Miró a su alrededor buscando el rostro de Val, pero no lo encontró, ni tampoco el de Eric; lo que si advirtió fue la presencia de personas que, aunque sus caras no le eran del todo desconocidas, sabía que jamás había conocido fuera de su sueño. Todos estaban allí: el Arcángel Pravuil reencarnado en humano, el cual sería el único que podría mermar el poder demoledor de la Bestia de la Destrucción, los gemelos que despertarían a la Bestia de la Sabia Inocencia y Elidi, quien también tenía su propia misión en esta batalla. Las palabras de Aza…
<< ¡No Aura! Recuerda lo que él te dijo… -Nunca pronuncies mi nombre, solo cuando quieras requerir mi presencia. Cítalo en tu mente y yo apareceré ante ti. Te doy el poder de saber mi verdadero nombre, en tus manos dejo mi destino, pues allá donde aparezca o ante quien aparezca será a tu juicio. Soy tu fiel siervo mi guardiana- … ¿Realmente sería portadora de tal poder? >>
Parpadeó varias veces y enfocó la vista en los labios de Elidi que articulaban las palabras que poco a poco sus oídos comenzaban a captar.
— Llevas inconsciente tres días, llegamos a pensar que nunca despertarías. No sabemos que ha sido de quienes fueron a combatir a la Bestia de la Peste. Por suerte encontramos a los compañeros de Laela, ellos tenían comida y bueno… ¿Estás bien Aura? —Preguntó Elidi algo preocupada.
— ¡Si, sí, estoy bien! Ahora tenemos que darnos prisa. Yo sé cómo encontrarlos, solo debemos seguir el camino que él nos guie… —dijo señalando al hombre que según el innombrable era el único Arcángel con alma— Esta noche es cuarto creciente y tenemos que llegar al despertar de la Bestia antes de que sea demasiado tarde. —Manifestó Aura con voz de mando.
El grupo se apresuró a seguirla. Nadie cuestionó su orden, aunque la mirada inquisidora de Elever y Elidi le dejó bien claro que les debía algunas explicaciones y ella se las pensaba dar, les contaría todo lo que le fue revelado en su sueño.
Un nudo atenazó su garganta y sus ojos comenzaron a aguarse. La imagen del cuerpo sin vida de su querido Val desgarró por segunda vez su corazón, pero tenía que ser fuerte, llevaría a Pravuil a su destino lo quisiese como si no, no permitiría que Val muriera. Un escalofrío recorrió su cuerpo cuando se percató que no había dudado, ni tan siquiera un segundo, en desdeñar la vida de un hombre para salvar la de otro. Era muy posible que sus conocimientos recién adquiridos les sirviesen para luchar contra las fuerzas del mal, pero… ¿A qué precio? Sus dedos fueron directos al símbolo tatuado en su antebrazo. Era el nombre del Caído y según él una protección que la mantendría a salvo frente a Orpra, el secuaz que pretendía apoderarse de la joya de la Bestia. Esperaba no estar equivocada, porque como bien le había dicho su supuesto protector, sería su decisión. Solo deseaba no envenenar su alma en el camino, aunque en estos momentos lo haría gustosa por salvar las vidas de todos sus amigos.

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Val estaba inquieto. Metatrón los había guiado hasta el lugar donde despertaría la tercera Bestia y en los dos días que habían tardado en llegar a su destino tuvo esperanza de encontrarse con las chicas y el anciano, pero no fue así. A Laela por alguna razón, la cual no comprendía, le había resultado imposible contactar con ellos a través de su visión astral. La imagen de la dulce chica, con la cara empapada por las lagrimas y agarrando su garganta, sucumbiendo al estupor de la muerte le había perseguido durante estos tres días. Había llegado a tener la descabellada idea de que esta valiente y bella mujer de cabellos rojos podría llegar a conseguir que su exánime corazón volviese a latir, después de todo había clavado una daga en el corazón de Atanasia para salvar a Aura. Aunque no se tratara de ella en verdad, si tenía su apariencia y eso ya era algo, estaba seguro que de ser la verdadera lo hubiese hecho igualmente.
El ruido sobre la colina hizo que Eric y Kaal se posicionaran junto a él con las armas ya dispuestas. Contrariamente a lo que esperaban, sobre la cima, la figura de una mujer cobró vida bajo la penumbra que otorgaba la luna. Un codazo en las costillas hizo que Val desviara la vista y mirara con reproche a Eric, pero en cuanto vio que su rostro, hasta ahora de gesto compungido e incluso algo cetrino, cambiaba exhibiendo una sonrisa de verdadera felicidad y, para dolor suyo, de amor, se apartó de ellos con la cabeza gacha; negándose el poder sostener entre sus brazos a la persona que le había devuelto las esperanzas que nunca pensó tener. El verdadero amor era anteponer al ser amado sobre uno mismo y eso pensaba hacer, dejaría que fuese el chico quien la sostuviera en sus brazos y prodigara las caricias que él se moría por dar. Le había arrebatado a la muchacha la posibilidad de una vida en la que la ignorancia era sinónimo de una efímera felicidad, por eso no la despojaría de lo que ella era merecedora, ser amada sobre todas las cosas.

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  — ¡Azazel! —El grito de Lucifer resonó en el averno, provocando que nuevas grietas se abrieran en la baldía tierra, dejando escapar de ellas nuevas sombras oscuras que se retorcían entre los vapores nauseabundos de las profundidades del infierno.
Se sentía impotente sentado en su trono sin poder salir de esta prisión, porque eso era lo que el infierno suponía para él. Todo aquel que permanecía aquí lo hacía por un castigo autoimpuesto. No era sabido, pero tan solo él era el único ser que no podía salir de aquí. Su salvación, su escape de esta infesta morada, recaía en las manos de sus aliados y ahora uno de ellos había aunado esfuerzos con sus enemigos, los malditos mortales.

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